(Fotos: jorge.cerdan/@photo.gec)
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Ochenta y seis páginas de verborrea pura, leídas cansinamente durante casi dos horas, para no decir absolutamente nada. Amontonamiento de cifras, un surtido de nuevas promesas, frases hechas, alegatos de inocencia, los infaltables ataques a la prensa y cero autocrítica.

Nada sustancial sobre los problemas que actualmente aquejan al país y mucho menos sobre cómo comenzar a solucionarlos. Porque 57 ministros después, el Gobierno de Pedro Castillo continúa sin siquiera haberse enfocado en lo sustantivo, como lo demuestra, por enésima vez, su extenso discurso de ayer.

Limitarse a decir que cometió algunos “errores en las designaciones” y que “se aprovecharon de su confianza” está a años luz de calificar como autocrítica y tampoco sirve como argumento contra las denuncias de corrupción que lo involucran directamente –a él y al entorno palaciego– con evidencias y testimonios que cada día ganan mayor envergadura.

Ya que no en beneficio de todos los peruanos, el mandatario sí se ha esforzado, en cambio, en beneficiar a un grupo de ellos: su familia, sus paisanos, sus allegados, sus socios sindicales y políticos.

Refiriéndose a los cinco expedientes sobre corrupción que la Fiscalía le ha abierto, mintió groseramente también al decir que se ha sometido a la justicia para lo que investiguen, pues hasta ahora todo lo que ha hecho es intentar eludirla u obstruirla. Como se sabe, sus abogados han hecho lo indecible para bloquear esas investigaciones. Y para proteger de un inminente cerco policial a familiares y amigos prófugos, llegó al extremo de tumbarse a un ministro con apenas 15 días en el cargo, según declaración del propio defenestrado.

Quizás por ello sus resobadas promesas de lucha contra la corrupción no plantearon nada nuevo ni despiertan expectativa alguna en la ciudadanía, que ya bastante tiene lidiando con la inflación, la inseguridad urbana –el anuncio de la creación de “brigadas especiales contra el crimen” parece ser otro chamullo para disfrazar un posible empoderamiento legal de las rondas campesinas– y el desempleo creciente.

El sonsonete contra la prensa, no por previsible, sonó menos desubicado. Para un encumbrado personaje tan devoto del ocultamiento y las promesas falsas, que se eche luz sobre sus oscuros negociados y maniobras ilícitas le resulta inequívocamente hostil. Pero mal que le pese, señor presidente, aquí nos encontrará siempre: del lado de la verdad y los hechos.