Santiago Pedraglio,Opina.21Al margen de Nadine Heredia, el Partido Nacionalista tenía tres candidatos presidenciales bastante aceptables: Ana Jara, Marisol Espinoza y Daniel Abugattás. En ese escenario, quizá no se trataba de ganar las elecciones, pero sí de sacar una buena votación nacional, sostenida, además, con la candidatura parlamentaria de Heredia por Lima. Objetivos: una buena bancada parlamentaria para protegerse de los ataques de los nuevos oficialistas y una buena cabecera de playa para mantener una activa presencia política nacional de cara a las elecciones del 2021.
Sin embargo, la designación de Ana Jara como premier la saca prácticamente de juego; los roces entre la pareja presidencial y Espinoza la anulan como presidenciable; y la cierta marginación de Abugattás le otorga un similar destino.
¿El humalismo, entonces, no tendrá candidato presidencial el 2016? ¿Se contentará con listas parlamentarias, teniendo como locomotora la de Lima, encabezada por la presidenta del partido, en el caso de que ella quiera «rebajarse» a ser congresista? Difícil.
El Partido Nacionalista requiere un candidato presidencial porque, de no tenerlo, corre el riesgo de la dispersión –ya en curso, por lo demás– y de perder identidad electoral, algo que tendría un efecto devastador. El ejemplo del Partido Aprista en las elecciones del 2011 es una advertencia contundente.
Si las cosas están en este punto, al Partido Nacionalista le quedan dos opciones: apostar por Nadine Heredia –por más que el parlamentario Sergio Tejada niegue esa posibilidad–, con todos los costos políticos que esa decisión conllevaría, o crear su propio outsider, su marginal, su «distinto». Este personaje podría ser el hombre de la tan reclamada «seguridad», el actual ministro del Interior, Daniel Urresti. A menos de dos años de la primera vuelta, el nacionalismo está urgido de decantar por una opción que les permita mantenerse vigentes. En concreto, entonces, y por descarte, las opciones actuales son Heredia y Urresti.
