MORADEF
MORADEF

El espectro político capitalino está tan inclinado a la derecha que una idea absurda como que Julio Guzmán y los morados son una banda de marxistas antisistema tiene cabida. Demasiados se lo creen y lo repiten como focas. Ni siquiera sugieren que son un centro que le hace ojitos al progresismo, sino que son los hermanos de Movadef, los Moradef. Olivares: comunista. De Belaunde: Soros a escala país. Costa: pupilo de Guzmán, pero de Abimael. ¿Podría haber algo más ridículamente tonto?

Se puede decir mucho de Guzmán y su equipo, pero presentarlos como una amenaza al sistema habla bastante más del conservadurismo local, sus miedos y los privilegios que pretenden cuidar que de los morados. Al hacerlo, además, demuestran su incapacidad reflexiva. En el último periodo legislativo, para bien o para mal, ningún partido ha sido tan protector de la seguridad jurídica y los principios económicos pro statu quo que los morados. Votaron contra el desfalco de la ONP y el retiro masivo del dinero de las AFP. No votaron a favor de la suspensión de los peajes en todo el país y en el tema agrario son los que orientaron su posición hacia un punto más intermedio. Han sido los “responsables” de la película. En retrospectiva, la bancada morada ha sido la más alineada con quienes valoran evitar cambios de un día para otro. No reconocerlo sería negar la realidad.

Que vean al Partido Morado como una amenaza es sintomático de la radicalización obtusa en la que se está sumergiendo el conservadurismo local. Se visten de reaccionarios, seguros de que la mejor defensa de sus dominios es sembrar miedo y rechazar a rajatabla cualquier cambio. En la obsesión por mantener todo igual se encierran en la idea de que quien no está con ellos está contra ellos, mientras se van sumergiendo en la caverna donde, con el tiempo, la falta de luz les quita la capacidad de ver con claridad qué tienen al frente.

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