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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Era previsible. A tres semanas de las elecciones, Keiko Fujimori comienza a sentir los sacudones de sus adversarios y enemigos. Demasiado tiempo sola en un holgado primer lugar en las encuestas puede haberla mantenido en su zona de confort, pero eso llegó a su fin. Su estrategia de minimizar las polarizaciones se agotó y, si no rediseña sus defensas y ataques, corre verdadero peligro de sucumbir.

A todos les conviene bajársela, ya sea por disminuir sus posibilidades electorales, por odio o por temor de que se convierta en gobierno. Varios errores en los últimos días la colocan en el escenario que ella quiso evitar a toda costa. A Keiko Fujimori ya no le bastará ser una candidata disciplinada que deja a otros la pelea. Ella necesita crecer en las encuestas; en esa dirección se está moviendo muy poco. Se ha caído su voto duro y ha subido su antivoto, y hay un escenario en segunda vuelta en el que PPK puede ganarle. Las manifestaciones antifujimoristas reviven a través de colectivos de izquierda y las respuestas de sus confiables van desde la reaparición del pasado calificando de "terruco" a todo aquel que le muestra los dientes o la invocación de apariciones virginales para esquivar las acusaciones de entrega de dinero en plena campaña.

El Perú y sus nuevas clases medias han cambiado mucho. Quieren autenticidad, no maquillajes. Les importa muy poco si está a la derecha o a la izquierda. Por eso hay tanta volatilidad en la intención del votante. Porque no está buscando a quien le diga que le bajará la luna, sino a quien no los engañe en los asuntos esenciales.

Keiko va a tener que escoger sus batallas para pretender ganar su guerra. Los que pugnan por sus votos son todos. Sus odiadores por convicción son otros tantos y los que están asustados de dejar el poder y quedar desprotegidos ante la justicia ya sabemos quiénes son. Lo que nos queda claro es que en los próximos días veremos lo más feo de la contienda electoral.