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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La primera causa de inasistencia a los centros laborales es el estrés. No es broma. Ocurre en el mundo en un 15% y pasa en nuestro país en un 18%. Un 70% de compatriotas no tiene ni idea de lo que es la salud mental. No hay políticas de Estado que ataquen este problema, que no solo tiene que ver con el estado psicológico de la población, sino con la productividad. Por ende, es un problema económico también. Hablamos de tantas cosas, pero todo está vinculado a los estados de equilibrio mental de los pobladores de una nación.

En el último año, seis de cada diez de nosotros señalan que su vida es estresante. El estudio del Instituto Integración reporta que los mayores niveles (63%) los tenemos las mujeres (también es un reflejo mundial) y los hombres (52%) no se quedan atrás. En otros análisis se indica que hay un 24% con prevalencia a la depresión. Uno de cada ocho adolescentes adolece de serios problemas de estabilidad emocional.

Ahora podemos explicarnos mejor por qué la violencia es protagonista diaria de nuestra vida cotidiana. Cada 15 segundos, en el Perú una jovencita queda embarazada. Vida truncada en una edad en la que la inteligencia emocional dista mucho de haber madurado. El ser humano requiere de cuatro pilares en su vida para lograr equilibrios emocionales: familia, pareja, amigos y trabajo.

En el 2015, el presupuesto asignado a salud mental equivale al 0.06% del total. Cifra mucho menor al 2.82% y 1.53% que están dentro de estándares mundiales. No es únicamente responsabilidad del Estado, aunque la tiene y mucha. Los seguros privados no reconocen como enfermedades estos trastornos. Este sí es un tema de agenda nacional. ¡Es muy importante! Más de lo que podemos entender.

Demasiadas horas en el trabajo, la preocupación paralizante que causa la inseguridad ciudadana, la relación de pareja y cómo afrontar la relación con los hijos son asuntos que debemos discutir y abordar sin prejuicios. El país requiere de un plan de vida para los peruanos. Estamos cansados de ser "la última rueda del coche" para nuestras autoridades.

¿Estamos condenados a terminar desquiciados por tanta indiferencia? ¡No hay derecho!