Mónica Delta: Tirando la esponja

Las familias de Daniel Tello, Elizabeth Cacsire y Michel Solís nunca volverán a ser las mismas. En una semana, en Lima, tres estudiantes víctimas de la alevosía criminal nos alertan sobre el abismo en el que hemos caído. Dos muchachos, repletos de esperanzas, muertos, y un tercero con una bala que le perforó parte del sistema digestivo. Criminales matando jóvenes por robarles sus mochilas, o por no tener suficiente dinero. ¿Hasta cuándo?

Estas historias no son aisladas, son cada vez más frecuentes. Aumentan, en número y en crueldad. Los delincuentes, portando armas más sofisticadas, se sienten en terreno fértil para matar por nada. Se profesionalizan mientras que las autoridades se paralizan y la ciudadanía se aterroriza. Escuchar al ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, decir lo evidente: "Nuestra delincuencia se ha vuelto más violenta y letal", provoca indignación y una sensación de orfandad de ideas y capacidades para enfrentar el crimen.

Ver y oír al presidente Ollanta Humala "carajear" a otras autoridades sobre asuntos distintos y no verlo enfocado en lo que nos abruma, comandando la lucha contra la inseguridad, nos perturba porque la sensación es que ha tirado la esponja y es asunto del próximo gobierno. Evidentemente, debemos exigir a la siguiente administración como prioridad máxima lo que no se hizo en 5 años, pero la situación es tan grave que Humala no debería darse el lujo de soplar la pluma y cruzarse de brazos hasta el 28 de julio.

Parece demasiado distraído (como su esposa) en los avatares y pullazos electorales y muy poco concentrado en su responsabilidad de evitar que más peruanos mueran en manos de la delincuencia. A esos padres que han perdido a sus hijos en la flor de la vida nada ni nadie podrá devolvérselos, pero, por lo menos, que el gobierno retome alguna iniciativa contra la avalancha de inseguridad que nos amenaza cada día, por lo menos, para que no haya padres y madres enterrando a sus hijos porque un choro les quitó la existencia.