(Foto: GEC)
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Aún con la interpelación contra la ministra Alva en marcha, está claro que el principal objetivo del Congreso no es el Ejecutivo, sino el Tribunal Constitucional. No es una sorpresa: el TC se ha convertido en la traba más notoria para los legisladores que buscan aprobar normas al margen de la Constitución.

Son muchos congresistas los que alucinadamente ven en los magistrados del TC a su imaginaria banda de enemigos, como Don Quijote con los molinos de viento. Las recientes palabras del presidente del Congreso son bastante elocuentes en ese sentido. Dice que se necesita un TC “que realmente dé las respuestas que la población viene esperando”. Es decir, no uno que vele por la legalidad, sino por los vientos populistas del momento y que, en lugar de sostener la institucionalidad, deje a los congresistas hacer lo que quieran.

No le falta razón a su presidenta Marianella Ledesma al sugerir, en una reciente entrevista a Perú21, que los parlamentarios no terminan de entender la labor del TC. Es así porque muchos recién están teniendo su primera aproximación a la Constitución. No sorprendería que creyesen estar por encima de este. Si no, pregúntenle al parlamentario Gilbert Alonzo, que es congresista pero no sabe ni lo que vota. En ese contexto, es urgente seguir de cerca la elección de los seis nuevos magistrados del TC. De todas las acciones posibles de este Congreso, la que mayor estela puede traer es justamente esta elección, pues sus consecuencias inevitablemente nos acompañarán al menos por 5 años, sin posibilidad de corregirla.

Este Congreso, que ha mostrado actuar sistemáticamente al margen de la Constitución, tiene en sus manos la posibilidad de elegir básicamente a todo el pleno del TC. El escenario no podría ser peor, pero es lo que tenemos al frente, así que mejor mantener la correa corta y exigir la mayor transparencia en ese proceso que ya está en marcha.