"Es más fácil construir una nueva ciudad, con todas las tecnologías y diseño urbanístico, además de civismo, respeto, orden, cultura y fluidez, que transformar la infraestructura de las ciudades y la agresividad de sus habitantes". (Foto: GEC)
"Es más fácil construir una nueva ciudad, con todas las tecnologías y diseño urbanístico, además de civismo, respeto, orden, cultura y fluidez, que transformar la infraestructura de las ciudades y la agresividad de sus habitantes". (Foto: GEC)

POR: JAIME AGUIRRE GUARDERAS

Vivir en Lima tiene lados buenos y agradables, pero también expone un lado primitivo, salvaje y de atraso. Esto se ve en la falta de civismo, caos urbano, agresividad, crecimiento desordenado y tráfico descontrolado.

Existen ciudades consideradas inteligentes, como Tokio, Singapur, Ámsterdam, Barcelona y, lo más cercano a nosotros, Santiago de Chile. Ninguna, sin embargo, es una verdadera ciudad inteligente. Ellas han implementado algún aspecto, como gestión energética, pagos electrónicos, alumbrado inteligente, interconectividad, control de tráfico y transporte, seguridad ciudadana, identificación biométrica. Ninguna con todo completo, ni muchas otras soluciones existentes, como dinero digital o vehículos autónomos.

Es más fácil construir una nueva ciudad, con todas las tecnologías y diseño urbanístico, además de civismo, respeto, orden, cultura y fluidez, que transformar la infraestructura de las ciudades y la agresividad de sus habitantes.

El Perú tiene 1′285,215 km2, Lima ocupa el 2.7% de su geografía. El departamento más pequeño del Perú es Tumbes, de 4,669 km2 (0.36% del total) y solo en la costa tenemos 6,100 km2 de tierras eriazas, que podría ser un departamento peruano. Silicon Valley tiene 121.4 km2, es decir, el 2.6% de Tumbes o tan solo el 2% de las tierras eriazas de la costa peruana. Se podría destinar un porcentaje así de pequeño para desarrollar la ciudad modelo del futuro.

Las empresas tecnológicas tienen desarrollos de vanguardia, sin usarse aún, producto de millardos de dólares anuales invertidos en I&D, pero todas las ciudades parten de diseños obsoletos, que son incompatibles. Por otro lado, tenemos áreas improductivas y adolecemos de una ciudad que funcione en armonía. Estamos lejos de la perfección y rezagados mundialmente en competitividad y desarrollo tecnológico.

Asignar un espacio libre para diseñar y crear una ciudad modelo sería el sueño de urbanistas y empresas de tecnología. Se volvería un “showroom” vivencial, para el mundo entero. Ello permitiría atraer a los talentos digitales, emprendedores e inversionistas, potenciando el ecosistema digital, en una ciudad bien diseñada, con funcionamiento sincronizado, civismo, transitabilidad, seguridad y orden. Sería un polo atractivo de inversión, descentralizando el país y generando empleo moderno.

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