Mijael Garrido Lecca. (Perú21)
Mijael Garrido Lecca. (Perú21)

Mirtha tiene ojos grandes, manos suaves y una sonrisa linda, aunque esquiva. Ella y el hombre que la dejó tuvieron dos hijos. Fuerte, se hizo a la calle para sacar adelante a esos niños por los que daría su vida. Encontró trabajo como cobradora de combi y consiguió un terreno en la parte más alta de Ventanilla. Parecía que la vida jodida que le había tocado empezaba a tomar otro rumbo. Pero no: Mirtha dice que Dios le puso una prueba. Mientras escucho, no entiendo cómo ella cree en Dios.

2012: Max tenía 7 y le encontraron una carnosidad en la garganta. Era una operación sencilla, le dijeron a Mirtha. –Rapidito le vamos a dar de alta, tranquila–. Los dos entraron caminando de la mano al Hospital Almenara. Operaron. Al salir, no había cama en pediatría y lo llevaron al área de adultos. Le colocaron un tubo para que lo ayude a respirar hasta que cicatrice el corte y Mirtha pensó que todo había terminado. Poco después, Max –con su manito– empezó a pedir ayuda. Su madre corrió por enfermeras y médicos. –Todo está bien–, le dijeron.

Max se asfixió con el tubo ese. Mientras apretaba la mano de su mamá –y ella se desgarraba en gritos– quedó cuadripléjico en un hospital de Essalud: entró caminando, pero nunca más volvió a hacerlo. No puede moverse, ni hablar. Se le escapa algún simulacro de ternura –y arde el alma– cuando su mamá le dice cuánto lo quiere. Solo 5 años después, el Estado indemnizó a Max por haberlo echado para siempre. Essalud encontró todas las leguleyadas posibles para no pagarle. Pero Mirtha, con cáncer y sin trabajo, ganó. Ganó el derecho de que a su hijo le paguen, pero no ganó mucho más que eso.

Max está nuevamente internado en el Almenara desde el 23 de julio. Le han extirpado todo el intestino grueso. La fiebre no le baja. Jueves era y Mirtha pensó que podría yo ayudar. Que vaya. Voy. Me siento a su lado y ella solo me mira. En sus ojos veo a mi mamá y contengo una lágrima. Veo una muerta que vive solo para hacer vivir. De pronto ella misma quiebra el silencio: En UCI hay once niños como Max, los jodieron. Pero a nadie le importa. A usted lo escuchan… ¿Por qué habla tanto de la Korina? –No sé, Mirtha. No sé, carajo. No sé qué estoy haciendo. Perdóname–.

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