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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21Como se hizo evidente en la audiencia pública realizada el lunes en Chimbote, el César ancashino decidió conducir su administración utilizando, en primerísimo lugar, el mecanismo de atemorizar a sus conciudadanos a través de amenazas veladas o por medio de los diversos crímenes que se le atribuyen.

Es probable, sin embargo, que no haya tenido en cuenta otra de las máximas del autor de "El Príncipe": "Nada hay más autodestructivo que la generosidad", porque sin una extrema generosidad en el reparto de los recursos generados por el canon minero, no se explica la extensión y el nivel de sus cómplices y colaboradores. Como también se evidenció en la audiencia del lunes entre ellos se cuentan jueces, policías, fiscales, congresistas y periodistas.

Quizá Álvarez logró –momentáneamente– una adecuada combinación de ambos recursos, garrote y zanahoria, pero la impunidad de la que gozó durante estos años lo hizo excederse en el uso del terror. Por eso, lo ocurrido en Áncash debiera ser una ocasión para desterrar los cacicazgos autónomos a los que nos ha conducido un proceso de regionalización mal diseñado.

Por desgracia, la utilización del miedo como herramienta de poder o enriquecimiento no es monopolio de la región Áncash. Los millones que – según la Cámara de Comercio– honestos pero temerosos empresarios han pagado en cupos a extorsionadores, son una prueba de ello. La tarea de luchar contra el miedo será ardua, requerirá coraje y, sobre todo, autoridades incorruptibles. Ese es nuestro desafío de la hora presente.