Las conversaciones datan del 19 de setiembre por la noche, cuando el Parlamento se disponía a votar la cuestión de confianza al Gabinete de César Villanueva. (Foto: Congreso)
Las conversaciones datan del 19 de setiembre por la noche, cuando el Parlamento se disponía a votar la cuestión de confianza al Gabinete de César Villanueva. (Foto: Congreso)

En los últimos días, luego de la sentencia de prisión preventiva a Keiko Fujimori, se han escuchado muchas voces que afirman que en el Perú vivimos bajo una dictadura, en la que hay presos políticos y el Congreso se encuentra amenazado por un tirano. En breves palabras, han dicho que a Vizcarra solo le falta el bigote para igualar a Maduro.

En los últimos años, el fujimorismo ha tenido cambios de opinión tan drásticos que rozan el cinismo con mucha facilidad. Un ejemplo de aquellos virajes es Vizcarra, quien en marzo de este año era aclamado por Fuerza Popular para que suceda a Kuczynski. Incluso, Keiko dio entrevistas en las que resaltó las cualidades del actual presidente. Sin embargo, en pocos meses, Vizcarra se convirtió en un vil dictador, traidor y otros adjetivos más que le fueron dados en el chat de la bancada naranja. Así mismo, el juez Concepción Carhuancho, de ser un símbolo de la lucha anticorrupción y muestra de independencia del Poder Judicial cuando dio la orden de previsión preventiva a los Humala-Heredia, pasó a ser, para el fujimorismo, un juez parcializado que encarceló, sin pruebas, a su lideresa. Aquellos virajes en la opinión de Fuerza Popular demuestran que, para ese partido, sus intereses personales priman sobre la institucionalidad. Debido a que, cuando Vizcarra empezó a trazar su propio estilo como mandatario, el fujimorismo lo percibió como una amenaza para su futuro político. Asimismo, el juez Concepción Carhuancho dejó de ser ejemplar cuando falló contra su lideresa.

El fujimorismo está atravesando su peor momento desde la crisis de 2000, y los únicos responsables de aquella debacle son ellos mismos, quienes con arrogancia y torpezas se ganaron cada punto de desaprobación que les dan las encuestas. Y, si tienen suerte, la historia los olvidará.