El resultado alemán es aquel que más me ha preocupado de las elecciones para el Parlamento Europeo celebradas ayer. AfD no es un partido de derecha un poco más dura (y exageradamente satanizado), tipo VOX o Meloni. Tampoco es un partido populistoide y tradicionalista de derechas, tipo Le Pen. No confundirse y meter a todos en el mismo saco tonto ese de “ultraderecha” que berrea la caviarada mundial, porque AfD es un animal de otra especie muy distinta. AfD es neonazismo. Es supremacista, hipernacionalista y esencialista. Por eso es muy peligroso que hayan quedado segundos en toda Alemania y primeros en lo que vendría a ser la otrora comunista Alemania Oriental. Quien parió a AfD fue la expremier Angela Merkel, que disparó la xenofobia electoral al desequilibrar a su país con el ingreso súbito de más de un millón de refugiados musulmanes. Es que Merkel fue un falso valor al que la prensa mundial (y peruana) vendió como una gran estadista al mundo cuando se retiró. Merkel cometió varios errores muy gruesos, como estos: 1) esa colosal entrada masiva islámica, 2) haber desmantelado su sistema de centrales nucleares, para caer en una riesgosa dependencia del gas ruso, 3) haber descuidado tanto sus fuerzas armadas, lo que ahora Alemania está tratando de reconstruir frente al susto de Ucrania, 4) haberse opuesto a los eurobonos durante la crisis de 2008, 5) haber confiado así en Putin y 6) haber traicionado el espíritu de la derecha socialcristiana alemana por un centrismo caviarón. Afortunadamente, Merz, su sucesor al frente de los democristianos, es otra cosa.

Lo de Francia e Italia no llama a asombro, pues hace rato que es obvio que Le Pen va a suceder a Macron y Meloni lo está haciendo estupendamente. España confirma que provenimos de allí, porque que un gobierno tan malo como este de Pedro Sánchez obtenga 30% revela la magnitud del “electarado” local. La sorpresa: el periodista derechista Alvise Pérez con una propuesta outsider que sacó una buena votación.

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