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Redacción PERÚ21

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Mónica Delta,Opina.21mdelta@peru21.com

Desde el viaje intempestivo de Prado, en plena Guerra del Pacifico, las constituciones del Perú han puesto especial énfasis en el permiso que otorga el Congreso sobre fechas e itinerarios precisos de los presidentes, que representan siempre a todo el país cuando viajan a cualquier lugar fuera del territorio nacional. Pues bien, al mandatario le dieron el visto bueno para la reunión del APEC y Tailandia. Nadie habló de una reunión con el presidente francés en París. Las explicaciones que la Cancillería ha dado son poco creíbles. El jefe de Estado peruano culminó sus actividades en Asia antes de lo previsto, porque súbitamente recibió una llamada de Hollande para reunirse, en desayuno al paso, en el Palacio del Eliseo. Las agendas presidenciales, si bien no son inamovibles, tienen estructuras estratégicas pensadas con tiempo y con precisión. Difícilmente, como cualquier ciudadano, pueden tomar un rumbo improvisado.

Lo más probable es que esa cita haya estado prevista y sabe Dios por qué no se tomaron las medidas constitucionales del caso. ¿Mal asesoramiento de la canciller Eda Rivas? ¿Demasiado secretismo del propio Humala, cuyo perfil profundamente desconfiado evidencia una gran soledad en el poder? Vaya usted a saber. Lo cierto es que ahora importa poco si Ollanta Humala logró beneficios para el Perú o no. Se discutirá, más bien, si hubo infracción constitucional, si con Hollande hablaron del cambio climático o de la repotenciación de aviones Mirage. De lo que estamos convencidos es que en esta cita, calificada por la Cancillería peruana de escala técnica y "casual", no hablaron ni de la"Tour Eiffel" ni del enigmático Machu Picchu.