El presidente Martín Vizcarra emitió su primer mensaje a la nación como presidente de la República. Un discurso de cerca de dos horas de duración en el que puso mayor énfasis a la lucha contra la corrupción. (Geraldo Caso)
El presidente Martín Vizcarra emitió su primer mensaje a la nación como presidente de la República. Un discurso de cerca de dos horas de duración en el que puso mayor énfasis a la lucha contra la corrupción. (Geraldo Caso)

Si tuviera que ponerle título al discurso de Vizcarra , diría que fue uno con pantalones. En una hábil jugada de ajedrez, el presidente ha hecho todo lo constitucionalmente posible y ha puesto la pelota en dos canchas, además de la suya: en el Congreso y la calle.

El referéndum, con un procedimiento que debe priorizar plazos y una agilidad esquiva en los congresistas, canaliza las legítimas protestas tras la crisis de los audios. Plantea el reto ciudadano de pasar de la rabia a ponerse a estudiar bien lo que, en principio, plantearía la consulta: reforma judicial y CNM, la no reelección congresal, financiamiento privado a los partidos y bicameralidad.

Subrayo reto, porque este elector del referéndum fue el mismo que eligió este Congreso.Me temo que este mensaje no ha caído bien a la mayoría de congresistas. Los hace parte del problema. Los hace trabajar, que es lo mejor. Ya veo a muchos remolones pateando esto para el próximo año y a ver si hay consenso. Y es que sobre esta valla que el mismo Vizcarra se ha puesto va a tener que –a través de sus ministros– hacer un seguimiento de hormiga y una presión con cafeína. Lo que irá a la consulta está hace tiempo en proyectos que duermen como otorongo en siesta.

El reto de Salaverry y su Mesa naranja es convertir el discurso de Vizcarra en la agenda del Congreso; que se guarden esos bodrios que piden el día de la papa tumbay o crear la provincia del cebiche.

Martín Vizcarra ha mostrado el parte médico de este Perú infectado. Todos somos responsables, en igualdad de condiciones, de esta enfermedad. Discrepo de plantear la no reelección. Ya sé que hay mucho impresentable allí, pero debió ser al revés: que todos –congresistas, alcaldes, gobernadores y presidente– puedan ser reelegidos por un período más.

Y ha sentado en la mesa a la calle. A la primera que el Congreso muestre una señal de boicot a estas reformas, con las plazas en vigilia, el gobierno debe llevar al extremo la Constitución. Hablo más claro: si los congresistas ponen peros a la reforma de la justicia, al financiamiento que reciben y la bicameralidad, el señor Villanueva tendrá que pedir confianza sobre el referéndum y, si sigue el bloqueo, renuncia todo el gabinete y el Congreso se disuelve.