Los no mencionados. (EFE)
Los no mencionados. (EFE)

Birmania o Myanmar es un país asiático de 60 millones de habitantes con más de 100 grupos étnicos, siendo los bamar, de religión budista, el mayoritario. Gobernado por una dictadura militar desde 1962 hasta 2011, el país pasa por una transición hacia la democracia en la cual la ex prisionera y Premio Nobel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi, tiene un cargo de jefe de Estado pero no de gobierno, mientras que ministerios como Defensa, Interior y “Fronteras” están controlados por militares.

En este contexto, el largo conflicto entre budistas extremistas y la etnia rohingya musulmana en la provincia sudoeste de Rakain se ha agravado entre acusaciones mutuas de violencia. Desde 1982, existe una ley que otorga la nacionalidad a la mayoría de los grupos étnicos de Myanmar que excluye a unos cuantos, como a la población rohingya, acusada sin pruebas, por fanáticos budistas, de intentar crear un estado musulmán en Rakain, de tener vínculos con Al Qaeda y de ser “extranjeros” traídos por los británicos en el siglo XIX cuando llegaron a esa zona, como mínimo, hace 10 siglos.
Con 600 mil refugiados rohingyas en Bangladesh, no es de extrañar que al Papa se le haya prohibido pronunciar el nombre de esta etnia en su visita a Myanmar y que Aung San Suu Kyi no se atreva a desafiar a los militares rechazando que a los rohingyas se les someta a una “limpieza étnica”, como la define la ONU. El sacerdote jesuita Thomas Reese opinó en su artículo del 17/11/17 “Pope Francis shouldn’t risk going to Myanmar” que Francisco no debía ir a un lugar “en donde compromete su autoridad moral o pone en peligro a los cristianos de ese país” (por persecuciones contra ellos en tres provincias) y sobre la “presidenta” birmana son muchas las voces que piden quitarle el Nobel de la Paz.

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