El Perú se encuentra en un periodo crucial para su futuro. El modelo económico actual, lejos de ser perfecto, es empíricamente mejor que cualquier otro que haya tenido el Perú en toda su historia. Ha sido el motor que ha permitido que millones dejen la pobreza y ha logrado que, a pesar de la crisis política, el país siga creciendo. Sin embargo, la crisis política ha originado que la población se pregunte si el camino trazado es el correcto.

Nuestra Constitución es deficiente, y una muestra de ello es la crisis que atravesamos, en la que los poderes del Estado la interpretan como gustan y abusan de sus imprecisiones. Sin embargo, el modelo económico, si bien es mejorable, es el que más beneficios ha traído a todos los peruanos, en toda la historia republicana, y las cifras lo demuestran. Definitivamente necesita mejoras, como los derechos de propiedad del subsuelo.

Pero hay quienes usan el pretexto de la crisis política para proponer el cambio de Constitución, cuando su verdadero fin es cambiar el modelo económico para regresar al estatismo que hizo que millones de peruanos vivan en la pobreza en los ochenta. Entonces, son ellos quienes aprovechan la crispación política para buscar sus intereses. Porque saben que en una situación más tranquila, pocos los escucharían.

Por ello, los ciudadanos debemos recordar que, el modelo que quiere la izquierda, ya lo tuvimos con Alan en 1985: miles de empresas estatales, impresión descontrolada de dinero, controles de precios, excesivas regulaciones... Y fue la izquierda la que, en esa época, aplaudió todas esas políticas populistas que llevaron a la pobreza a millones de peruanos.

Los ciudadanos debemos escuchar los discursos que proponen cambios, pero no aceptar antiguas propuestas fracasadas que son pintadas como novedosas.

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