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Mejorar no es destruir
Mejorar no es destruir.
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Haciendo eco de una marcha hostil, que bloqueó las vías de acceso a Lima, el Congreso, con la complacencia del Gobierno, derogó la ley de promoción agraria, cuyos alcances, con mejoras, había renovado en diciembre de 2019 el propio Vizcarra.
El modus operandi es el de siempre, la izquierda antisistema (antimercado, antiempresa) suelta una campaña destructiva señalando alguna situación de inequidad o de injusticia social. Se elabora una protesta intransigente, y una exigencia binaria, polarizante, en la que el remedio es mucho peor que la enfermedad. Una propuesta que no mejora las cosas, que no agrega valor y que no favorece a nadie, que enfrenta, que encona.
El reclamo es tomado por periodistas con mucha sensibilidad social pero con poca racionalidad económica, analítica y numérica.
Y así, de un plumazo, se fabrica, se improvisa una opinión y se da o deroga una ley.
Se deja sin efecto de forma brutal, un régimen que todos sabemos que ha contribuido con insertar al Perú y su diversidad en el comercio mundial, que ha enaltecido la gastronomía peruana, que ha generado virtuosos modelos empresariales, cientos de miles de empleos, millones en salarios y que ha contribuido a la tremenda reducción de la pobreza en dos décadas. Los números, las evidencias, están por todos lados, sobran, pero así actúa el fanatismo de izquierda y la ignorancia periodística. Un binomio nefasto, donde una de las partes es malintencionada, manipuladora y destructiva. Este binomio ya paralizó la inversión minera, ya se tumbó el sistema de pensiones y ahora el régimen agrario.
¿Hasta dónde lo vamos a permitir? ¿Acaso no se puede mejorar el país sin destruirlo? ¿Qué sigue?
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