Me equivoqué con Pérez. (AFP)
Me equivoqué con Pérez. (AFP)

En abril de 2017, durante las protestas populares contra la dictadura castrista-chavista, un grupo al mando del piloto y ex brigadier de Acciones Especiales, disidente de la Policía Técnica Judicial, Óscar Pérez, sobrevoló un helicóptero en los alrededores del Tribunal Supremo de (in)Justicia (TSJ), mostrando un enorme panfleto con el número “300” (número del artículo de la Constitución venezolana que convoca a la ciudadanía a ejercer su derecho a la desobediencia civil cuando un gobierno viola las leyes impresas en ese documento).

Confieso que cuando Óscar Pérez propaló un video prometiendo que junto a otros militares se rebelarían contra el régimen luego del dudoso ataque al TSJ, pensé que lo ocurrido se trataba de un montaje para intentar que la oposición política dejara los métodos pacíficos de protesta y se expresara a favor de una salida armada. Hace días, cuando Pérez le concedió una entrevista a Fernando del Rincón en CNN, mis sospechas seguían intactas y creí que él trabajaba junto al régimen para crear una “cortina de humo” que distrajera la atención mediática de la hambruna provocada por el comunismo venezolano. Sin embargo, el pasado lunes, las fuerzas armadas descubrieron el escondite de Óscar Pérez y sus compañeros y, a pesar de que se rindieron, tiraron a matar.

Me equivoqué sobre Pérez, pues sí fue un rebelde legítimo contra la dictadura. La democracia venezolana que concedió un juicio justo al golpista Chávez y a sus compañeros para que luego fueran indultados, hasta el punto que llegaron al poder por la vía electoral, engendró una clase neorrica y narcomilitar que con estilo estaliniano y guevarista (del Che) asesinan a mansalva, sin proceso judicial, a quienes disienten de ellos.

Óscar Pérez y sus compañeros pasan a la lista de mártires que han entregado sus vidas a la lucha contra el fascismo chavista.