Martín Vizcarra en uno de sus pronunciamientos por las pandemia. (Palacio de Gobierno)
Martín Vizcarra en uno de sus pronunciamientos por las pandemia. (Palacio de Gobierno)

Más de dos meses en cuarentena y lo que viene sigue siendo un misterio. Nunca la certeza fue más esquiva. Sin embargo, si nuestro país consiguiera estabilizar la cadena de contagios, como augura el presidente Vizcarra, el Gobierno podría levantar la emergencia en algunas regiones y, en nueve días, suspender, por lo menos, la medida de aislamiento social.

Para que eso ocurra, los ciudadanos adultos tenemos que estar en la capacidad de comprometernos a adoptar, de manera voluntaria y perentoria, un confinamiento espontáneo y prudencial.

No podemos permitirnos un rebrote, como está ocurriendo en Chile, Corea del Sur, Irán o Nueva York. Nuestra economía está con respirador, el desempleo asola y la crisis ya no es llevadera.

El 15 de marzo, cuando el presidente Vizcarra anunció que el Perú entero se guardaría en sus hogares, los ciudadanos acatamos la medida con docilidad. Desde ese día y en adelante, prendimos el televisor mientras preparábamos el almuerzo para escuchar al jefe del Estado en actitud paternal, rodeado de sus ministros más activos en la lucha contra la pandemia, decirnos que su gobierno podía protegernos y controlar la situación a la par que daba instrucciones para el aislamiento, notificaba el aumento de contagios y de camas en los hospitales, anunciaba disposiciones para pegotear nuestro pobrísimo sistema de salud pública, prolongaba las medidas más drásticas por el bien de todos, ordenaba la entrega de bonos, la creación de planes, llamaba a la sensatez a los que no se quedaban en su casa. ¡Quédate en casa!

Pero, sobrepasados los 60 días, lo desconocido continúa. Y el presidente Vizcarra tiene que aterrizar su mensaje optimista y decirles “a los hijos” la verdad. El PBI de marzo se ha desplomado, pero el de abril y el de mayo serán un derrumbe total. Si no salimos a trabajar, los más grandes esfuerzos no podrán evitar el hambre.

Para trabajar, los que no puedan hacerlo de manera remota tendrán que salir haciéndose responsables de sí mismos, respetando los protocolos de sus centros de trabajo y comportándose como ciudadanos adultos.

Hoy mismo, todavía en cuarentena, miles de los televidentes de la hora del almuerzo han empezado a abandonar la transmisión palaciega y a salir sin permiso para trabajar sin protocolos. Antes de que esta actitud desesperada se propague, el Gobierno tiene que iniciar –por todos los medios posibles– una campaña de docencia social preparando a los peruanos para convivir en las calles protegiéndose y evitando el contagio. Es hora de comunicar de manera eficiente, transfiriendo a cada ciudadano la responsabilidad de su propia salud. Esa es la docencia que necesitamos, ese el mensaje que el presidente debe hacernos llegar en los días que restan de cuarentena. Eso es lo más real y responsable, el presidente debe hacerlo ya, antes de que los peruanos salgan masivamente a las calles y dejen de escucharlo mientras preparan el almuerzo.