Este desgraciado Perú suele ser el paraíso para los asesores políticos argentinos de medio pelo, que aquí triunfan rotundamente y que hacen lo que les da la gana. A los tristemente célebres Daniel Carbonetto (Alan I) y Luis Favre (Humala y Villarán) se les unió Maximiliano ‘Maxi’ Aguiar, tan nefasto como ellos, que acaba de romper palitos con Vizcarra después de ganar buen dinero –de nuestros impuestos– y hacer muchísimo daño. Este Aguiar estuvo detrás de las medidas más polarizantes, distractivas y populistas de Vizcarra, como la payasada del referéndum, el golpe contra el Congreso y toda esa estrategia nociva para el país de inflar a Vizcarra en las encuestas vía enfrentamientos.

Claro que Aguiar no estuvo solo, pues contó con la complicidad de gran parte de los medios y opinólogos, de todas esas waripoleras que no dejaron de aplaudir como focas esas necedades, renunciando al espíritu crítico del periodismo. Como antes lo hicieron todos estos aventureros argentinos en su momento, Aguiar se aleja oportunamente del gobierno cuando ya avizora que se acabó el libreto de Vizcarra y que lo que viene es un descenso ya muy difícil de revertir. Si bien Maxi ha comprobado con creces que el pueblo peruano es bastante tontón y fácil de manipular por años (pregúntenle nomás a Montesinos), ya ha percibido que su tango no da para más y que, salvo tercas excepciones (La República, Mávila, Chincha), los medios oficialistas también están marcando distancias, mientras que la todopoderosa secretaria de Palacio, Mirian Morales, el otro engranaje de la pequeña máquina vizcarrista, lleva ya plomo en el ala por las denuncias recibidas. Ya Aguiar sabe que la función en el Perú se le acabó y buscará otro país latinoamericano folclórico (¿habrá alguno más cojudo aún?) como este para repetirla.

-PD.: Ya solo faltan 350 días para que se largue Vizcarra…