(Foto: Archivo GEC)
(Foto: Archivo GEC)

Hace solo un par de años muchos aplaudieron la no reelección de congresistas, donde no me incluyo, voté en contra. La iniciativa impulsada por el presidente Martín Vizcarra, y que se selló con un referéndum, se suponía era la vacuna contra los impresentables congresos de los últimos años, pero a la luz de los hechos y como se esperaba, el remedio terminó siendo peor que la enfermedad.

La mejor muestra es el actual Congreso. Vizcarra pensaba que con la no reelección se deshacía de sus principales adversarios políticos, los fujimoristas y apristas, pero los nuevos legisladores le salieron corregidos y aumentados, tanto que estuvieron muy cerca de sacarlo de Palacio de Gobierno.

En esta columna hemos destacado el valor de este Congreso de poner en agenda temas olvidados por décadas que tienen que ver con problemas no resueltos del peruano de a pie, aunque también hemos criticado que las soluciones planteadas para resolver esos problemas, en la mayoría de los casos, terminaron siendo un desastre.

Ahora el Jurado Nacional de Elecciones ha decidido que los actuales congresistas ni los elegidos en el 2016 podrán postular en las elecciones del 2021. Es bueno que el tema se haya definido de una vez y que se obligue a cumplir la ley, así nos parezca una pésima ley, porque la mayoría de los actuales legisladores y varios disueltos en el 2019 ya alistaban campaña para, violando la norma, intentar quedarse cinco años más en el Congreso.

Pero si ya el espectáculo de la elección de candidaturas presidenciales resulta penoso con inscripciones express, y toma y alquiler de partidos, imagínense cómo será la composición de listas al Congreso.

El riesgo de que el próximo Legislativo sea un camino directo y sin escalas a un verdadero agujero negro de imprevisibles consecuencias, está aquí, a la vuelta de la esquina.

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