¡Más congresistas! (Foto: Archivo Correo)
¡Más congresistas! (Foto: Archivo Correo)

Sigo con las reflexiones sobre los problemas de representación de nuestro sistema. Los resultados de la elección del domingo sorprendieron por la cantidad de congresistas que obtuvieron grupos “extravagantes” como UPP, Podemos y Frepap, que estaban fuera del radar de muchos.

Sus idearios, entre radicales y teocráticos, son extraños a los valores del liberalismo republicano, pero, ¿qué es mejor, hacer como si la gente a quienes esos grupos representan no existiera, y por tanto, que sus inquietudes se canalicen por medios extra institucionales, o integrarlos a la vida política formal?

Me inclino por lo segundo. Ahora bien, debido a los problemas del diseño de distritos electorales que comentaba la semana pasada, entre otros, pasamos de una realidad (la del Congreso disuelto) en que dichos grupos tenían nula representación a una en la que están sobrerrepresentados. En efecto, el porcentaje de congresistas que cada grupo parlamentario obtiene es significativamente mayor –el doble a veces– que el porcentaje de electores que votó por ellos respecto de la población electoral total. Y eso no es nuevo, pues ocurría en el Congreso anterior con el fujimorismo: estaba sobrerrepresentado. Y es que la sobrerrepresentación de unos genera la subrepresentación (o nula representación) de otros.

Esto no se puede solucionar del todo, pero sí morigerar con una medida impopular: aumentar el número de congresistas, con o sin bicameralidad. Cuanto menos congresistas, más poderoso cada congresista, pero también menos representativo. Esta es una razón más para priorizar la reforma política, dado que los problemas de representación contribuyen a socavar la legitimidad de la democracia.

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