Vizcarra cumplió dos años de gobierno en medio de las semanas más difíciles que quizá tengamos que enfrentar en nuestra historia. Pero pareciera que este es el destino de su mandato nacido contra las probabilidades y construido al ritmo de decisiones difíciles.

En estos 24 meses no bajó la cabeza ante la poderosa alianza fujiaprista y apostó casi toda su artillería a la lucha contra la corrupción, que está limpiando la cancha política de quienes han vivido años parasitando de ella. En este trajín, impulsó la reforma política y judicial, disolviendo el CNM y creando la JNJ. Pidió recortar su propio mandato y el de los congresistas para salir de la crisis, pero los legisladores se aferraron a sus curules. Entonces, convocó a un referéndum que ganó ampliamente y aprobó una norma que le prohibía postular en 2021. Como el Congreso continuó obstruyendo, usó la Constitución para disolverlo legítimamente y convocar a elecciones para elegir 130 legisladores nuevos que ya juramentaron y vienen mostrando una actitud bastante más proactiva, para el bien de todos. Y, ahora, Vizcarra viene sorteando con bastante solvencia este virus maldito que nos tiene aterrados en casa. Aún falta mucho, pero al ver las reacciones de los otros países en la región, es evidente que estuvo dos pasos adelante e interiorizó más rápido las lecciones de Asia y Europa. Si estos no han sido dos años de tormento, ¿qué lo serían?

Vizcarra ha funcionado bien cuando se la ha tenido que jugar el todo por el todo. El coronavirus encaja en esa fórmula, así que esperemos poder salir de esta con el menor daño posible. Mientras tanto, a los políticos no les debería costar tanto apoyar a quien le toca estar al mando. Hay demasiado en juego para tanto afán de protagonismo de actores secundarios.