Martín, la política y el chicote

¿Qué debería hacer el presidente Ollanta Humala para que los peruanos no pensemos que tiene un contubernio con Martín Belaunde Lossio?

De seguro es la pregunta que él y sus colaboradores deben hacerse permanente, no solo por el efecto en los índices de popularidad, sino porque nuestro presidente podría pasar a la historia como un funcionario más que no supo desligarse de la corrupción, argumento que usó de bandera para ganar las elecciones.

La política nos enseña que no podemos escupir al cielo. Quienes pretendan gobernar, cual fuere el nivel de gobierno al que postulen, deben tomar en cuenta que tomarse una fotografía con alguien es un otorgamiento de poder inconsciente al acompañante. El poder se puede entregar con una resolución pero, ojo, también, simplemente con un abrazo.

La elección en un cargo no te convierte en político. El político debe estar siempre alerta; sus actos conscientes o inconscientes deben ser evaluados en su efecto ulterior.

Hemos visto aquellas fotografías de don Martín con la pareja presidencial, quizás fuera del actual contexto, pero que han trasmitido una percepción negativa que ahondó la crisis. Pretender borrarlas es imposible, salvo que exista DeLorean, el auto de la película Volver al futuro y nos montemos en él.

Entonces, si Ollanta Humala no puede borrar el pasado, ¿qué debe hacer? Primero, no negar la amistad, acto que es percibido por la población como temeroso; y segundo, no solo poner cara de molesto y usar palabras duras cuando se le pregunte por don Martín, sino realizar acciones contundentes para esclarecer los hechos, y no mostrar ni un atisbo de injerencia hacia los órganos jurisdiccionales que investigan el caso.

Al margen del desenlace jurídico, he creído conveniente hacer un análisis político de la conducta de los que quieren gobernar. El nombre 'Martín' me hace recordar el famoso chicote de tres puntas de mi niñez, creo que nuestro presidente podría sentir la misma sensación.