Marinera revuelta
Marinera revuelta

Sé que las redes sociales aguantan todo y que mucho de lo que se escribe ahí es drama inútil. Aun así, me llamó la atención el cargamontón contra la bailarina Vania Masías por la portada de la última revista Somos. Los “patrimonialistas” y “puristas” saltaron hasta el techo porque su nuevo proyecto de danza fue presentado como “la nueva marinera”. Sus críticas fueron innecesariamente agresivas y de un chauvinismo destructivo, dejando en claro que en algunos asuntos el Perú avanza, pero en otros seguimos estancados.

Lo más alucinante es que quienes le saltaron al cuello ni siquiera se tomaron la molestia de leer la nota donde ni ella ni nadie habló de esa idea. La portada, como suele suceder, la armó la revista. Pero ya sabemos que el bullying colectivo es deporte nacional, donde algunos actúan de forma consciente, mientras otros simplemente se suman sin pensarlo.

Aun así, si Vania o cualquiera pretendiera redefinir la marinera, fusionarla con otros bailes o adaptarla a géneros musicales más modernos, ¿cuál sería el problema? Como el Perú, el arte también es fusión y mezcla. Las tradiciones culturales están vivas y porque la gente las hace suyas. Lo que no se trasforma desaparece. ¿O acaso la marinera de hoy es igual a la del pasado? Ni el más purista podrá decir que nada ha cambiado en un siglo.

Lucho Quequezana tiene mucha razón cuando escribe que “mientras algunos desde sus púlpitos cambiarán el rumbo de sus críticas a lo estético y discutirán si les gusta o no les gusta, o quienes son los que ‘verdaderamente’ arriesgan y quienes no, Vania Masías estará contagiando a más gente con la danza, con honestidad, sin etiquetas, sin rigidez, con la plasticidad que domina y que también se reflejan en sus ideas”. Yo espero estar ahí para aplaudirla.

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