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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Hoy se decide el destino del contralor general de la República. Con la montaña de críticas que tiene encima, resulta improbable que se mantenga en el cargo. Pocas veces se ha visto una caterva tal de acusaciones contra un funcionario de tan alto nivel, tiene rango de ministro. La memoria nos lleva a las siniestras campañas de la época de Fujimori-Montesinos. No hay ser humano que no sea demolido cuando enfrenta una artera campaña mediática diaria y sistemática. Solo falta que se le impute no ser peruano y ser marciano.

En el Congreso, el funcionario fue solvente. Los argumentos pobres, típicos de muchos parlamentarios, se resumieron en que el caballero es adúltero. Al día siguiente le cayó la denuncia ya no ya, después de 19 años resultó que su título era incorrecto. El contralor no es lo que es. No tiene profesión.

Patapúfete. Pero la cosa no quedó ahí. La puntilla fue la denuncia de un trío de auditores, uno de los cuales está ligado políticamente a los pepekausas. Y ayer lo acusaron constitucionalmente.

Ni 'Sholo Holmes' absolverá quién grabó al contralor y al ex ministro de Economía. El chisme limeño habla de un tercer sospechoso. Nunca se sabrá. Al fustigado contralor lo grabaron dos veces y ello fue el inicio de su inevitable derrumbe. Hechos que nuevamente nos devuelven a la turbidez de los servicios de inteligencia, cosa denunciada por el mismísimo ministro de Defensa.

El fujimorismo está ante un parteaguas. Deberá elegir a un nuevo contralor de una terna propuesta por el Ejecutivo. Quien reemplace al vapuleado funcionario será, probablemente, alguien tan relajado y de pálido control como el antecesor de Edgar Alarcón. Pero hemos conocido tantas anomalías en el proceder gubernamental de varios regímenes que será difícil que nos olvidemos de las irregularidades ominosas de Chinchero, Línea 2, Talara, Línea Amarilla, compra de computadoras en Educación, Lote 56, Interoceánica y la emisión de bonos, ya investigadas por la Contraloría. Como para decir 'pasumachu'.

Como todo es sospecha e infortunio en el Perú de hoy, el indulto a Fujimori puede estar condicionado a que el contralor caiga de cualquier modo. Pero si la Fiscalía no encuentra irregularidades en las denuncias contra Alarcón –difícil pero no imposible–, cuál será la falta ética. ¿Puede existir inocencia y conducta reprobable a la vez? Lo trágico de esta lapidación es que la institución ha sido afrentada, a sus funcionarios los mandaron a estudiar matemáticas, e irrespetada. Pese a que los últimos informes nos daban la tranquilidad de saber, por ejemplo, que los Panamericanos están más perdidos que marciano en micro. Cuando se denuesta con tal virulencia a las instituciones, no es fácil reconstruirlas nuevamente. Lo aprendimos del fujimontesinismo.