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Redacción PERÚ21

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Escritora

A mi hija no le gusta leer. Yo le leí cuentos todas las noches durante sus ocho años, pero ahora no le interesan los libros y por lo tanto su habilidad en la lectura no es sobresaliente. Tampoco destaca en matemáticas, y en inglés tiene notas algo bajas. En deportes, un cero a la izquierda, como su madre. Es muy buena haciendo manualidades, pero tampoco nos hace ver en ella a una futura Miguel Ángel. Es imaginativa, pero tengo que decir que sus cuentos no me hacen fantasear que estoy criando a la nueva Alice Munro. Es una niña inteligente y cariñosa. Es una niña maravillosamente normal. Pero, aunque trato de evitarlo, muchas veces me he visto comparando sus logros con los de los hijos ajenos y a veces me preocupa saber que niños de su edad ya leen extensas novelas infantiles solitos. El otro día vi a uno que sabe leer a los tres. No pocas veces me he acomplejado.

La obsesión por que nuestros hijos destaquen y, peor aún, la necesidad de que todos se enteren de sus hazañas empieza a convertirse en una verdadera fuente de ansiedad, sobre todo en las redes sociales. Los talentos de los niños son puestos en el escaparate constantemente y uno se pregunta si no están allí para compensar los fracasos de sus padres o para demostrar la brillantez de sus progenitores. Quizá publicar en Facebook las genialidades de nuestros hijos alivia la sospecha de nuestra propia mediocridad.

En Google proliferan los artículos del tipo "Cómo criar hijos exitosos". La elección del colegio, la rutina doméstica, los temas de conversación no están guiados necesariamente por el deseo de que los niños desarrollen su sentido crítico o su imaginación. Lo que importa es que adquieran herramientas para tener éxito económico o profesional. No es extraño que el estrés infantil haya aumentado considerablemente en los últimos años.

A veces olvidamos que el único éxito posible es aquel que viene acompañado de bienestar emocional. Como dijo una vez Constantino Carvallo: "La educación fundamental es la educación de los sentimientos. La otra viene fácilmente, como consecuencia de que la persona cree en sí misma, y entonces tiene deseo de saber, y es capaz de enfrentar las dificultades que a veces el saber tiene".

Si respetamos los tiempos de nuestros hijos, si les permitimos descansar de la agobiante carrera hacia el éxito, los prepararemos para ser felices y seguros de sí mismos. Y si son felices, lo más probable es que sean exitosos. Y que ellos mismos, de grandes, decidan si quieren colgar o no la foto de sus medallas en Facebook.