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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Urbanista

Hace varios años, en la gestión anterior, recuerdo haber escrito un artículo en el que exponía los argumentos por los que la ciudad entera debería apoyar la reforma del transporte, más allá de sus costos económicos y sociales de implementación. Los objetivos de la misma son claros: proveer de un sistema integrado de transporte que sea seguro y, sobre todo, digno para la gran mayoría de los 26 millones de viajes que se realizan diariamente en la ciudad.

Hoy, nuevamente corresponde a la Municipalidad Metropolitana liderar la transformación de la forma en que nos movilizamos. En ese sentido, la sociedad debe exigir que la reforma continúe y que esta, resolviendo los problemas asociados a su implementación, se consolide. Por ello es que el retroceso en Manchay supone un importante paso en falso.

Si bien la reacción municipal es entendible, pues buscó evitar una tragedia, es fundamental que, luego de corregirse los problemas que los ciudadanos reclaman (aumento de sus costos de viaje y accesibilidad al punto final), vuelva a instalarse el corredor que conecta a Manchay con el resto del sistema.

La reforma actual tiene errores importantes, sobre todo en lo que compete a la asignación de la tarifa (aunque eso excede las competencias de la municipalidad y vuelve a demostrar la necesidad de una autoridad única de transporte para Lima y Callao) y, naturalmente, es motivo de conflicto y adaptación.

Por su parte, los ciudadanos, aunque al inicio sea difícil, sabrán adaptarse a los cambios.

Pero lo que es inadmisible es tolerar los desesperados intentos de las mafias de transporte acostumbradas a la "guerra del centavo" y causantes de demasiadas muertes.

Sus amenazas de paros y de acciones violentas no pueden ser aceptadas. Convertir a Lima en una ciudad mejor implica dejar en el olvido un sistema que solo trae incomodidad y dolor. No permitamos que vuelva el sistema que convierte a las personas en asesinos de las pistas. ¡Basta ya!