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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

¿Cómo podremos pedirles perdón a Gustavo y a Martín? ¿Cómo atrevernos a hablar con sus familias? ¿Cómo podemos continuar con nuestras vidas si ellos no pueden continuar con las suyas? ¿De qué manera esta ciudad puede ofrecerles esperanza? ¿Esperanza de que cambiará y dejará de ser una ciudad maldita para convertirse en más humana? ¿Quizá la promesa de que no volverá a pasar pueda –en algo– consolar sus corazones? ¿Acaso podemos prometerles eso?

Lima mata cada día. A veces es a un pasajero o conductor. La mayoría de las veces asesina a un peatón. Ahora nos toca a los ciclistas. La ciudad cree que no nos necesita. Que sus ciudadanos somos descartables. Que no importamos. Que somos un fastidio al que hay que atender pues no queda otra. Los ciudadanos tampoco se reconocen como sujetos de derecho. Privilegian sus propios beneficios sobre los del colectivo, perjudicándose cada vez que sobrepasan la velocidad o cada vez que deciden viajar contra el tráfico.

En Lima mueren más niños y adolescentes que en todo el mundo producto de los accidentes de tránsito. Ellos tampoco importan. Ya es hora de que la ciudad deje de matarnos. De matarnos a diario. De matarnos sin culpa y sin responsabilidad. Ya es momento de que los ciudadanos, todos y no solo los ciclistas, digamos basta. Que se reconozca que esto no es una guerra entre conductores, peatones y ciclistas, sino una cruzada por la vida, por la libertad de vivir en una mejor ciudad.

Perdón, Gustavo. Perdón, Martín. En nombre de la ciudad y de todos los vecinos, les pido perdón. Pero, sobre todo, en nombre de las instituciones y las personas que, como yo (desde la sociedad civil), trabajamos para hacer de esta ciudad una ciudad más humana, más segura y más digna; mil veces perdón. Nuestro trabajo no ha sido suficiente. Perdón. Tenemos que esforzarnos mucho más. Perdón. Tenemos que convencer a más autoridades y más ciudadanos. Perdón. Debemos seguir promoviendo una ciudad con una movilidad más sostenible. Perdón. Tenemos que detener el asesinato. A ustedes, Gustavo, Martín, y a todos los demás ciudadanos que han muerto o resultado heridos en nuestras pistas, mis más sinceras disculpas. Seguiremos en el camino –difícil y largo– para que nadie vuelva a sufrir más. Perdón.