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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Cuando en el año 2004 Sergio Fajardo asumía el flamante cargo de alcalde de Medellín y anunciaba que convertiría a esta ciudad en "la más educada", muchos recibieron su anuncio con escepticismo. Medellín, era entonces la ciudad más violenta de Latinoamérica. Por qué gastar en educación, se preguntaron. Esta semana, la Dirección Regional de Educación de Lima Metropolitana del Ministerio de Educación se planteó una gran interrogante: ¿cómo educar en una megaciudad como Lima?

Las políticas educativas no pueden escapar de la relación con el entorno en el que se encuentran las escuelas y en el que viven sus educandos. Pero, ¿cómo se hace para educar mejor a la nueva generación de ciudadanos de la capital? Me atrevo, sin ser experta en educación pero sí en asuntos urbanos, a proponer tres ejes de acción para potenciar la educación y maximizar recursos y capital humano. En primer lugar, la necesidad de atender lo que ocurre al otro lado del muro de la escuela, lo que está afuera. Aquí se incluyen el equipamiento urbano y los servicios públicos como una correcta iluminación que ofrezca seguridad, espacios públicos de calidad y veredas para caminar de casa a la escuela y viceversa sin riesgo de morir atropellado, por ejemplo.

El segundo eje tiene que ver con la relación entre la escuela y la ciudad. El cómo integrar al currículo escolar conceptos de identidad y orgullo por sus barrios y distritos así como la descripción de los roles y oficios que desempeñan los vecinos. Así también, la educación en deberes y en derechos ciudadanos. Esto debe ir de la mano de alianzas con las instituciones de la zona: bibliotecas, centros comunitarios, etc.

Por último, el tercer eje es la relación de la ciudad con la escuela. Es importante reflexionar cómo la ciudad puede aprovechar el conocimiento que se guarda en los locales escolares, sus bibliotecas y su equipamiento. Además, el potencial del uso de los espacios escolares en las horas muertas. No basta con alquilar la cancha de futbol, se puede maximizar el uso de los espacios para habilitar talleres para el trabajo con las familias y la comunidad.

Se trata, al fin y al cabo, de una apertura de la escuela hacia el barrio. Y es que, aunque parezca un sueño, por qué no podemos pensar en una escuela sin muros divisorios, en una escuela que se implante en todo el barrio, en toda la ciudad. En Lima como una ciudad educadora.