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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El discurso por Fiestas Patrias de nuestro presidente, Ollanta Humala, incluyó una frase que me sorprendió (como yo la recuerdo): "El cariño de un gobernante con sus regiones se muestra con sus carreteras". Con esta frase, el presidente dio inicio a un recuento de obras viales. Entiendo que su intención fue resaltar la importancia que la conectividad tiene para unir el país, propiciando la descentralización, llevando desarrollo y modernidad, y acercando las regiones a Lima y viceversa. Todo esto, además, es muy cierto: las buenas carreteras generan el progreso de las ciudades y, por ende, de sus ciudadanos.

Sin embargo, el factor clave aquí es que las referidas carreteras sean "buenas" carreteras. Y ese es el problema que tiene nuestro país: nuestras carreteras no solo no son buenas, ¡son terribles! El mismo día que el presidente Humala daba este discurso, en Cusco diez compatriotas morían en un accidente de tránsito en la carretera que une Huayllabamba y Livitica. A estos diez fallecidos se les suman 31 heridos graves. ¿Cuántas familias destrozadas? ¿Cuántas tendrán la posibilidad de afrontar los gastos económicos que la pérdida de un jefe de familia o una discapacidad permanente generará en su familia? ¿Cuánto le costará al Estado este accidente?

La seguridad vial en la red nacional de carreteras es un asunto muy serio. Se requiere infraestructura de calidad y buen diseño vial, a la par que tecnología que facilite el control y monitoreo. Esto para evitar los accidentes propiciados por un mal diseño urbano y para disminuir aquellos generados por exceso de velocidad o imprudencia. Pero, además, un aspecto que suele ser dejado de lado es la integración de las carreteras con las zonas pobladas. Una carretera –que es por definición de alta velocidad– debe modificar su carácter cuando atraviesa un espacio habitado. Sin embargo, el débil control de la velocidad, sumado a la ausencia de veredas o de conexión peatonal y vial de un lado a otro de la pista, vuelven mucho más vulnerables a quienes viven en los bordes de las vías nacionales.

Los miles de heridos y muertos producto de los accidentes de tránsito en carreteras y zonas urbanas son un problema tan grande en nuestro país que bien podría ser un tema bandera para algún candidato a presidente. Y es que el cariño de un gobernante por sus regiones no se muestra con sus carreteras, sino con la garantía de que los peruanos ya no morirán en ellas.