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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Esta semana se ha hablado y escrito acerca de la protesta de algunos vecinos de Barranco por la proyección de una obra parecida a la Rosa Náutica en la playa Los Yuyos. Las playas de Chorrillos, Miraflores y Barranco han cambiado mucho. Las obras de infraestructura en la Costa Verde afectan la forma de algunas olas, convierten playas de arena en playas de piedra y, en el peor de los casos, se apropian de espacios públicos para sus locales y estacionamientos privados. Pero también hay títulos antiguos otorgados hace un siglo que delimitan los predios hasta "la quinta ola". Recién desde 1997 existe la Ley 28656 que declara de uso público a las playas, cuyo reglamento no se aprobó hasta el año 2006.

Antonio Mezarina, alcalde de Barranco, asegura que el proyecto motivo de la protesta fue autorizado en 2004 por la Marina de Guerra mediante una resolución firmada por el ex presidente Toledo. Y aquí se juntan el hambre y la necesidad: una ley aún no reglamentada y un presidente más caradura que una roca submarina.

En el año 2013, la empresa Altamar S.A.C. pretendió iniciar la construcción del proyecto Ana María en la playa Los Yuyos, pero tuvo que detenerse por orden de la entonces alcaldesa Jessica Vargas. El apoderado legal de la empresa declaró a los medios que la Marina ya les había dado la concesión por 30 años. El proyecto consiste en un espigón de 250 metros, de uso público, con 3 restaurantes en la punta, en un área de casi 2 mil metros cuadrados.

Los vecinos de Barranco han salido en defensa de la única playa de arena que le queda al distrito. Pero esa playa es un hervidero en verano, llena de comerciantes que tienen permiso del Municipio para alquilar sombrillas a 10 soles y sillas a 5, generando una lotización a los ojos de todo aquel que llegue con su propia sombrilla y no tenga dónde ponerla, pues no es cuestión de ir temprano, desde las 8 de la mañana ya está la playa totalmente invadida por sombrillas que esperan ser alquiladas.

A las 6 de la tarde se retiran las sombrillas y la playa queda como un interminable basural que se hunde en la orilla cuando sube la marea. Hace un año el restaurante Costa Verde fue desalojado por la Fiscalía en virtud de una sentencia que le devolvía el terreno a la Muncipalidad de Barranco. Así, donde antes había un restaurante turístico ahora hay una guarida de fumones con inscripciones de barras bravas en las ventanas rotas y muchas latas de cerveza acumuladas. Está claro que las playas le importan un pepino al alcalde Mezarina.