(Efe)
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Cuando sube la marea, suben todos los barcos. Cuando baja la marea, hay barcos que están en altamar mientras que otros se han quedado varados en la playa. Esto es lo que ha pasado no solo en Chile, sino en muchas partes del mundo; una lección que –¡por una vez en la vida!– el Perú está a tiempo de aprender.

El impacto de lo de Chile es enorme, pero permítame el paciente lector abrir un poco más el abanico. El problema con las economías hoy en el Perú, Chile o USA es muy parecido. No es que haya desigualdad, sino que la desigualdad es enorme y cada día crece más. En 1980, el 1% de los norteamericanos poseía el 8% de la riqueza. Hoy tiene el 20%. En simultáneo, en 1980 el 50% tenía el 18% y hoy solo el 12%. Ninguna democracia puede sostener una desigualdad semejante a menos que sea en dictadura tipo China, o Rusia o Venezuela. Esto desemboca sí o sí en una revolución. Siempre. Esa era la situación en Francia antes de la Revolución.

Durante tiempo la teoría imperante del capitalismo fue la del goteo. Los ricos arriba ganarían millones, abajo todos recibirían una parte de la riqueza. Pero la economía no es lineal y eso se trabó en un nivel y quedó un techo de cristal imposible de romper. El capitalismo que funciona no es el que reparte recursos, sino el que aporta soluciones. En las sociedades capitalistas que han triunfado se invirtió masivamente en la infraestructura de la clase media –en el caso del Perú sería en la clase emergente– y en salarios mínimos altos que permiten que esta se incorpore a la economía. Los salarios altos alientan el consumo: a mayor recaudación fiscal, mayor riqueza. Es tiempo de cambiar el enfoque. Propiciar un enfoque capitalista pero en una perspectiva social; si no, terminaremos con la cabeza en la picota. El capitalismo es el mejor sistema si se gestiona bien. Esto lo comprendió Europa mejor que nadie. Hoy España es el país europeo con mejor calidad de vida y Madrid la ciudad más amable. Los españoles invirtieron el chorro de dinero de la UE en infraestructura y elevaron una clase media que no existía antes de la democracia.

La labor del sistema democrático es crear las condiciones para que más personas accedan a más riqueza, no para enriquecer al 1%. Es hora de que el gobierno peruano deje de huevear y ponga a un Neuhaus, o su clon, a reconstruir el norte, que ponga un sueldo mínimo decente, que le dé a la clase emergente el rol protagónico que necesitamos que asuma para que este país mañana no sea Chile hoy.

Dejemos de ver a Venezuela en todas partes. Aunque Maduro cayera esta semana, eso no arregla el quilombo argentino. Es más fácil buscar un enemigo afuera que hacer un mea culpa propio y enmendar el rumbo. Esto no es una epidemia. Aquí cada uno se pilló su propio resfrío.