Luis Molina es el virtual alcalde de Miraflores. (Facebook)
Luis Molina es el virtual alcalde de Miraflores. (Facebook)

Al asumir Jorge Muñoz la alcaldía de Miraflores el año 2011, denunció un forado económico de 50 millones de soles que su antecesor, Manuel Masías, en ese momento de Solidaridad Nacional, habría dejado como legado. La respuesta no se hizo esperar y llegó envuelta con un pedido de vacancia presentado por un ex colaborador de esa gestión. A las semanas, cuando se discutió el tema en el concejo distrital, el único regidor que votó a favor de sacar a Muñoz del cargo fue Luis Molina, también de Solidaridad Nacional y, ahora, flamante alcalde del distrito.

Durante la última campaña, el candidato Molina envió una carta a los vecinos miraflorinos en la que dio su “palabra de honor” y se comprometió, entre otras varias cosas, a “actuar con total independencia del partido que representa y no aceptar injerencia ni presión de ninguna índole”. De hecho, quien haya seguido esa campaña distrital sabe bien que el candidato Molina negó a Castañeda y su gente hasta el hartazgo, en un fiero intento por deslindar de una gestión que le representaba un grillete que no lo dejaba avanzar. Pero la gracia le duró poco. Comenzada su gestión, 16 de los 36 nuevos gerentes y subgerentes del distrito vienen de la gestión metropolitana saliente, haciendo del municipio miraflorino el refugio laboral de los restos de Solidaridad Nacional, incluyendo al nuevo gerente municipal que fue clave en el manejo financiero del castañedismo.

Esta marea amarilla no solo evidencia el poco valor que tiene la palabra del alcalde Molina –aunque había que ser bastante ingenuo para creerle–, sino que anuncia una gestión marcada por el secretismo y la incapacidad demostrada para entender el corte cosmopolita e inclusivo de Miraflores. Un distrito con tantos recursos y posibilidades es un peligro en las manos equivocadas.

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