Con la aprobación del proyecto de ley –en la Comisión de Defensa del Consumidor– que permitirá que los afiliados a las AFP puedan retirar el 100% de sus fondos si no han aportado durante más de 12 meses consecutivos, el Congreso no ha hecho más que sumar una marca en el misérrimo récord de disparates legislativos que le están propinando a la economía nacional.

Nunca en tan poco tiempo se había deteriorado tanto el prestigio de un poder del Estado, que, sobre todo ahora, con durísimos tiempos de lucha contra el COVID-19, los peruanos de toda condición necesitaban que estuviese de su parte. No por supuesto con medidas demagógicas que tardarán poco en pasar factura, sino con decisiones lúcidas que se proyectaran más allá del corto plazo (electoral).

El deliberado desprecio por la opinión de los especialistas en la materia, cuyas recomendaciones y advertencias son sistemáticamente ignoradas por estos legisladores populistas, demuestra que no los mueve la voluntad de lograr un beneficio duradero para el país: lo único que parece interesarles es el aplauso automático de una tribuna social hoy mayoritariamente hundida en la desesperación, con la idea fija en los presuntos réditos que podrían recibir en los comicios de abril próximo.

La Comisión de Defensa del Consumidor podrá improvisar los galimatías que se le ocurran para justificar una propuesta a todas luces antitécnica e irreflexiva –¡discutida y aprobada en 17 minutos!–, pero su impacto en la credibilidad del Perú en los mercados nacionales e internacionales será casi inmediato, con el consecuente rebote negativo, a mediano plazo, en la ya precaria economía de esos ciudadanos a los que, según afirman, pretenden apoyar.

Cuando se pensaba que difícilmente podría llegar un Congreso peor que el disuelto, el que en estos días despacha en el hemiciclo de la Plaza Bolívar continúa deteriorando la imagen de un Poder Legislativo que parece haberse vuelto contra la economía y la democracia peruana. No por nada en la última encuesta de Datum el 54% consideró que este Parlamento es igual o peor que el anterior. Una calificación ganada a pulso.