Las imágenes de miembros del Ejército con mandil rosado han causado polémica. (Foto: Andina)
Las imágenes de miembros del Ejército con mandil rosado han causado polémica. (Foto: Andina)

La reacción luego de que miembros del Ejército vistieran un mandil rosado como parte de una campaña del Ministerio de la Mujer es totalmente desproporcionada, evidenciando, nuevamente, lo básico que es el deslucido debate público local. La campaña era un gesto contra los estereotipos de género, pero para los noveleros y falsos indignados esta es la peor ofensa que alguna vez se podría haber cometido contra las FF.AA. ¿Cuándo se volvió todo tan ridículo?

Muchos de esos indignados deberían revisar su escala de valores. Si se ofenden porque algunos oficiales se pusieron un mandil para apoyar una causa justa, pero no se inmutan por un general que robó combustible, se escondió en su inmunidad y luego se fugó, algo está bastante mal. Esa sí es una verdadera vergüenza para el Ejército peruano. Igual que los que violaron derechos humanos con el uniforme o se levantaron en peso las pensiones de sus jubilados. ¿Cómo un simple mandil puede desprestigiar a una institución como el Ejército? Demasiada hipocresía.

Es sintomático que la amplia mayoría de los indignados sean hombres. ¿Qué les afecta? ¿El mandil, el color rosado o ver a un hombre haciendo tareas de la casa? Como sea, pregúntense por qué han construido esa forma tan tóxica de masculinidad. El problema no es que un hombre se ponga un mandil rosado, sino que un grupo de inseguros se atormente por eso.

La campaña del mandil es de bien bajo vuelo (puede terminar profundizando estereotipos), pero el solo hecho de que exista un esfuerzo para que hombres discutan su masculinidad, sobre todo en una institución con roles de género tan marcados, es un avance. Cambiar mentalidades, confrontando los estereotipos que nos hemos formado y cuestionando el rol de machito matón que la sociedad nos ha enseñado, puede traer bastante libertad a los
hombres.

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