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Redacción PERÚ21

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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesEl principio elemental de la política es que los espacios vacíos hay que llenarlos para ganar. De ahí se sigue que el objetivo de toda estrategia política es crear y conservar, fortalecer y llenar nuevos espacios. Y mientras mejor la calidad del espacio llenado, mejor será la probabilidad de victoria. Así, las relaciones exteriores, en tanto política, se orientan por este principio.

Ha sido un largo camino el que el Perú ha seguido hasta el fallo que mañana, lunes 27 de enero de 2014, la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitirá con relación a la controversia de límites marítimos entre nuestra patria y Chile. Desde los aportes académicos iniciados sobre el tema en los años 70 del siglo pasado hasta la política de Estado en el segundo quinquenio de los 80 de desconocer como tratados limítrofes unos simples y llanos acuerdos pesqueros, el Perú fue ocupando espacios y consolidando posiciones hasta sentar a Chile en una corte a la que por obvias razones no quería ir: No tiene el derecho consigo.

El asunto es entonces que políticamente Chile siempre ha estado a la defensiva, perdiendo posiciones, mientras que el Perú siempre a la ofensiva, ganándolas desde hace casi 40 años. La calidad del último espacio ocupado en esta controversia por el Perú es superlativa. La Corte Internacional de Justicia de La Haya, principal órgano jurisdiccional de las Naciones Unidas para la solución de diferendos entre Estados, tiene una reputación innegable y el aval de las naciones civilizadas de la Tierra. Perú y Chile están sometidos a su jurisdicción en tanto signatarios del Pacto de Bogotá de 1948.

He ahí la importancia capital de haber llevado a Chile a presentar batalla política y jurídica internacional a un terreno elegido por nosotros, y que Chile no podía desconocer aun cuando le fuera fundamentalmente adverso. En su momento consideró un "acto inamistoso" del Perú haberlo sentado en el banquillo, no lo olvidemos.

Para ponerlo en simple: El Perú ocupa la posición alta del campo mientras que Chile la baja. En una confrontación es la regla que el que esté en el espacio superior gane y el que esté en el inferior pierda. Que gane el que se encuentra en la ladera y pierda el que esté en la cima de la colina es la excepción. El error de Chile ha sido siempre quedarse inmóvil, guiado por una política de Estado de negación de cualquier problema limítrofe con el Perú al igual que lo ha hecho con Bolivia.

Pero la diferencia es obvia. Mientras que con Bolivia existen, amparados por el derecho internacional y el derecho de los tratados, claros instrumentos jurídicos que sellan, santificando, la frontera terrestre ganada en la Guerra del Pacífico; con el Perú la marítima, no. Así, desde el punto de vista de la estrategia, lo que vale para Bolivia no valía para el Perú. Con Bolivia la posición chilena está en la cima y el inmovilismo es el eje que la consolida. Es casi imposible sacarlos de allí sin desbaratar el orden jurídico internacional. Esa es su fortaleza. Pero al usar esa misma estrategia contra el Perú, Chile no ha consolidado otra cosa más que la absoluta falta de iniciativa, fatal en cualquier contienda con posición precaria. Esta es la razón por la cual el Perú, en la cima de La Haya, espera con serenidad la gran probabilidad de una victoria.

Finalmente, debería causar viva emoción histórica que la última palabra en nuestra "difícil vecindad" con Chile la tenga el Perú en paz, justicia y derecho.

Que así sea mañana.