Una vez más hemos visto cómo la construcción de ese fantasma, ese chupacabras que “se come a la gente buena”, casi desarma un loable esfuerzo ciudadano por convocar a la reciente marcha contra la inseguridad. De pronto, alguien suelta que la marcha se está politizando y, además, estará llena de caviares. La construcción de ese enemigo invisible —término usado con el mismo fervor por Cerrón y López Aliaga— se ha convertido en un cajón de sastre para descalificar a cualquiera que no comulgue con esos extremos. Es la tropicalización del wokismo de Trump. Digo que es un enemigo invisible porque, si buscas desacreditar a alguien, basta con llamarlo “caviar”, aunque te refieras a antípodas ideológicas como las que representan, por ejemplo, Verónica Mendoza y PPK, y que hoy en día son, para los caviaristas, tremendos caviares. Como consecuencia, sus promotores lo han vaciado de contenido hasta tal punto que ser tildado de caviar ya no es una agresión, sino quizá hasta un halago.
Ser caviar representa alejarse de posturas no solo retrógradas, sino reaccionarias y autoritarias. Porque, en el fondo, ese Tunche simboliza cualquier postura que cuestione la confesionalidad del Estado, que es lo que realmente buscan quienes alimentan esta leyenda popular; sincérense, muchachos. Por otro lado, debemos evidenciar cómo la mercantilización de la política ha convertido esa noble ciencia en una grosería y a quienes la practican en delincuentes. Y es que, claro, si hoy el Perú tiene delincuentes ejerciendo la política, es natural que la simbiosis nos confunda. Pero no; todo acto ciudadano es político y todo aquel que participa en los asuntos públicos es un político. No puede haber manifestaciones ciudadanas sin participación de partidos políticos, que son quienes, en suma, representan a la ciudadanía. Otra discusión será si nuestros partidos son representativos o son solo cajeros automáticos. Ojalá, el Perú tuviera más políticos, porque eso evidenciaría que hemos despertado, que hemos decidido tomar las riendas de nuestro propio destino. El reto es sacar a los delincuentes de la política y devolverle el honor que da ser un verdadero servidor público.
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