Pedro Olaechea tras renunciar a PpK: "No es un cálculo político, ahora me siento libre" (RenzoSalazar/Perú21)
Pedro Olaechea tras renunciar a PpK: "No es un cálculo político, ahora me siento libre" (RenzoSalazar/Perú21)

El congresista Olaechea respaldó a Salaverry hacia la presidencia del Congreso porque la lista rival “traía una serie de elementos como los derechos sociales, (…) que no son temas, digamos, de agenda”. No me detengo en la persona, sino en esa justificación que refleja el ideario de un sector de la tecnocracia y el empresariado influyente que sigue creyendo que reducir trámites y destrabar la inversión es el único camino aceptable.

Los derechos sociales no están en su agenda porque insisten en que el chorreo proveerá, por eso celebran la inacción estatal, convencidos de que el crecimiento económico, solito, resolverá todo. En consecuencia, las instituciones públicas se ven relegadas y los derechos ciudadanos disminuidos. El Legislativo y Judicial parecen debilidades y no poderes del Estado, precisamente por ese desmantelamiento.

Mientras no sea con ellos, tampoco se esfuerzan mucho por proteger el principio de legalidad, así que no es casualidad que encuentren en el fujimorismo, un movimiento esencialmente informal (y antiliberal), a su mejor aliado. Lo que importa es que el negocio fluya, así que la captura del sistema de justicia o el boicot de la reforma educativa tampoco los ocupa.

La receta que trajo logros importantes a inicios de siglo ha demostrado que por sí sola no nos llevará al progreso soñado. El Perú es más rico que antes, pero decenas de peruanos mueren de frío al año y los profesores ganan tres veces menos que hace 50 años. La pobreza ya no disminuye y la gente confía poco en nuestra democracia. Todo está conectado. A estas alturas, es injustificable creer que sin políticas sociales ni instituciones sólidas, solo con inversión privada, el Perú podrá transformar este escenario e ingresar a la senda del desarrollo. Insistir con esa ruta parece majadería ideológica.