(Perú21)
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La comedia popular es un reflejo de la cultura. Si queremos saber qué le da risa al ciudadano de a pie, ver a los cómicos ambulantes es un buen termómetro. Ahí es donde se ve a buena parte de la sociedad, calateada por sus carcajadas. Y así, tras un escándalo generado por el video del comediante conocido como Jefferson Prince, podemos ver que el machismo y la violencia dan risa.

Ahora, a Jefferson Prince lo acusan de cometer apología a la violencia contra la mujer y lo quieren meter preso. En mi opinión, ese es un camino equivocado. Es equivocado porque si relajamos el significado de apología, la línea hacia la censura se difumina y se vuelve invisible. Es equivocado porque Jefferson ha asegurado que él no tenía la intención de enaltecer ningún delito, sino que actuó por “ignorancia”, en sus propias palabras.

Pero, además, más allá de sus escalofriantes bromas, censurar este tipo de actos y castigarlos con la cárcel no hacen más que invisibilizar un problema. La razón por la que las redes sociales se han podido llenar de críticas y la razón por la que un sujeto como Jefferson Prince ha pedido disculpas es por la libertad que él ha tenido para hacer su número abiertamente. Así, buena parte de la sociedad ha podido enterarse, horrorizarse y criticar, también de forma libre, las palabras del sujeto y las risas del público.

Adicionalmente, este video no revela, en mi opinión, un delito. Lo que nos revela, más bien, es qué tan normal y qué tan banal puede ser la violencia para un buen número de personas. Estamos tan metidos en nuestro espacio cibernético, en nuestra lucha de redes sociales y en nuestras marchas, que no nos damos cuenta de que, para buena parte de la ciudadanía, la violencia contra la mujer no es un tema sensible. Es, más bien, un tema risible.

Si asumes que para todos el término #NiUnaMenos es intocable y sagrado, pues este comediante (que probablemente no sea el único), debería haber pinchado tu burbuja. Porque si bien es cierto, su acto subleva a cierto público tuitero y facebookero, este señor pudo abiertamente hacer sus bromas en una plaza y no recibir insultos, ni miradas incómodas ni críticas. Más bien, recibió aplausos y risas, y el video fue subido a YouTube sin reparos.

Lo que ha sucedido, más que un delito, nos muestra que el machismo todavía da risa en el Perú. Que el machismo no es cosa seria y que causas tan serias como las de #NiUnaMenos son objeto de la comedia popular; no son entendidas ni compartidas. Lo que esto debería hacer es despertarnos, para darnos cuenta de que algo estamos haciendo mal. De que todavía hay mucho por cambiar. La prisión contra el comediante no va a cambiar el hecho de que hay un público dispuesto a reír.