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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La economía peruana no crecerá más de 3.5% este año, la inflación se pegará al techo de la banda de 1%-3% del BCR, el dólar seguirá su marcha alcista hasta quizás S/.3.30 en diciembre, la inversión privada crecerá 0% (si no se contrae por la depreciación) y la inversión pública, la encargada de sostener el crecimiento lo mejor que se pueda, seguirá estrellándose contra las capacidades insuficientes y la burocracia timorata (si no apruebas un proyecto, después ya no te pueden enjuiciar por haber firmado un mamarracho) y seguramente crecerá apenas.

Tras 20 años en los que hemos visto a la economía peruana crecer mucho más que el promedio de países en el mundo y en la historia de la región (+/- 5.3% a año), no hemos construido institucionalidad ni respeto alguno por las instituciones. Tampoco un Poder Judicial decente, eficiente y eficaz, ni un sistema educativo ni infraestructura (el déficit sigue siendo astronómico y, según como se le mire, puede bordear los US$80,000 millones) siquiera medianamente competitivos. No tenemos un sistema financiero inclusivo y amplio (menos del 30% de la población está bancarizada) ni un mercado laboral robusto o al menos donde el trabajo sea mayoritariamente formal (80% es informal). Ni siquiera tenemos un sistema de seguridad social (salud, pensiones) que nos cubra a todos (en Lima, 4 de cada 10 no tiene seguro alguno).

Jamás invertimos suficiente en innovación y desarrollo.

Si el precio de las piedras que vendemos cae por debajo de lo que cuesta extraerlas, nos quedamos sin ingresos ni capacidades para generar más.

La pobreza amenaza, hermanos. Y a los pobres no les importa el color de tu camiseta: les da igual rojo, verde, azul o tutifruti.

Las tripas no hacen distingos.