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Luis Davelouis: Valores II
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Decía el martes que 10 u 11 años en el mercado de capitales local me habían quitado la fe en que quien sea que maneje dinero, propio o ajeno, se portará conforme a las normas, si no hay quien lo supervise y bien. La última crisis financiera es prueba de que la aspiración de desregularlo todo es llana candidez. O flagrante pendejada.
Me extraña leer o escuchar pedidos de desregulación o menor supervisión o menos Estado. ¿Menos todavía? ¿De verdad alguien piensa que si quitamos todos los semáforos de todas las calles, el tránsito se ordenará solito gracias a que cada uno buscará cómo salirse con la suya y que se friegue el resto? ¿O que el comportamiento de empresas como Kimberly Clark y Protisa es un caso aislado? ¿Cree alguien que de tener la posibilidad y la oportunidad de no pagar impuestos, la inmensa mayoría elegiría no hacerlo?
Mire el plano político. Ni siquiera la amenaza de la posible sanción social que enfrentarían hizo desistir a Lourdes Flores, Susana Villarán o Anel Townsend de juntarse con esos que representan todo eso contra lo que lucharon y sobre lo que construyeron su trayectoria. Como con la ley Pulpín; si puedo pagar S/.2 por una Coca Cola, ¿por qué pagar 3?
El subordinarlo todo a la obtención de utilidades es peligroso. Cuando la única misión es hacer plata, los valores y la ética no pasan a un segundo plano, se van de frente hasta el final porque todas las decisiones estarán alineadas con el objetivo uno. Hacer plata y portarse bien no son, como algún analfabeto funcional podría intentar colegir de lo que ha leído hasta aquí, mutuamente excluyentes. Sino pregúntenle a Jorge Medina.
Cuando las vacas están gordas la angurria indecente no se nota tanto. El 2016 llega a dieta. Feliz año.
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