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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

…pero el Perú y demasiadas familias se quedan con sus tragedias privadas y sus muertos, con sus heridos y sus cicatrices. Y nos quedamos todos un poco más partidos y más enfrentados. Después alguien se atreve a decir que los escépticos de "la minería y el desarrollo" son unos cholos resentidos. ¿Les extraña?

Pero quizá lo más triste y peligroso sea nuestra natural predisposición a buscar "culpables". Y, claro, terminamos encontrándolos: la minera que nos quiere envenenar por plata; los antimineros que se oponen al desarrollo para lucrar con la pobreza; el Estado que solo aparece cuando alguien le tira un hueso lo suficientemente grande como para ignorar los derechos de "minorías" por el "bien del país".

¿Quién nos cura de estas cosas? ¿Cómo construimos confianza así?

Dicen que, cuando Fujimori llegaba a un pueblo perdido entre los Andes, preguntaba "¿qué necesitan?", y lo que sea que le pidieran –agua, luz, pista, posta o colegio– al día siguiente se empezaba a construir. No sé si sea cierto, pero el rostro del Estado en ese entonces y para esos pocos ciudadanos era el de Fujimori: su 20% irrompible se ancla en ello.

¿A cuántas personas mandó Fujimori a matar o permitió que maten a sabiendas? Eso no es importante porque puso posta en mi pueblo. ¿Cuánto del dinero de las privatizaciones se llevaron Fujimori y sus secuaces? No interesa porque puso luz.

Hay muchos delincuentes y extorsionadores en Islay. También muchas personas sumergidas en la desesperación ciega de la ignorancia que no saben a qué ni a quién creer.

Sentados en Lima, sin tener idea de qué le hace al suelo una lluvia ácida, almorzando en Los Bachiche, es imposible entender cómo alguien, en una provincia en la que jamás hemos estado, puede ser capaz de oponerse al "desarrollo".