PUBLICIDAD
Luis Davelouis: ¿Seámoslo siempre?
Imagen
Fecha Actualización
Muchas de las personas que exigen libertad de prensa y opinión aceptan de muy buen grado que los manden a encerrarse en su casa a las 8 de la noche, incluso a balazos, siempre que se preserve su sensación de orden y seguridad. Sobre todo si a quienes se reprime no piensan como ellos. Parte de nuestro querido y enorme –y muy nacional– doble estándar.
La libertad de opinión no es para lanzar insultos a quien no piensa como uno o llamar mandilón al presidente y frívola a su mujer y no ir preso. No, esa sería una libertad de patio de colegio, una crítica vacía y nimia o 'bullying' que le haría un niño sonso a otro en el recreo porque su polo no es de marca o es delicado de maneras. Superficial, nada relevante.
La libertad de opinión sirve para cuestionar un estado de las cosas con el que estamos disconformes, para proponer reformas estructurales que logren cambios verdaderos y tangibles en la relación entre el Estado y la ciudadanía, y que eso a nadie le parezca subversivo. ¿Alguien piensa que todo está muy bien y vivimos en un país funcional y floreciente que tiene a la gran mayoría de peruanos contentos y en paz? La situación deviene en insostenible y esa es una verdad tan grande y estridente como la casa Melgar en Punta Negra.
El actual estado de las cosas es favorable a una minoría que se aleja cada vez más, en cuanto a influencia y poder, de la mayoría de la población, que, al mismo tiempo, se queda con cada vez menos medios y oportunidades de alcanzar ya no el "éxito", sino un bienestar mínimo. Esa es la libertad por la que lucharon nuestros padres hace 194 años, la libertad de cambiar las cosas de raíz, no solo nominalmente. Cuestionar y atacar un sistema que mantiene tal estado de las cosas no es terrorismo, es libertad.
Feliz cumple, Perú.
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD