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Luis Davelouis: San Hipócrita
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AS quedó embarazada cuando estaba en 4° de secundaria. El "papá" era un chico que acababa de ingresar a la Universidad de Lima. La mamá de AS la llevó a la clínica donde la esperaba su médico de cabecera. Ella lloraba "¡me jodí la vida, carajo!".
Le hicieron un legrado y un par de horas después AS despertaba adolorida pero aliviada camino a su casa, en La Planicie, pensando "¡nunca más, puta madre!". Felizmente la consulta la pagaba su seguro privado porque AS regresó por lo mismo otras tres veces, siempre acompañada por su piadosa pero severa y puritana madre, miembro del Opus Dei. AS es hoy mamá de tres hermosos niños.
A TM, por otro lado, la violaron y embarazaron cuando tenía 22 años. El trauma la empujó a realizarse el único aborto que podía pagar. En alguna oficina oscura y mugrienta de algún edificio de la Av. Arenales, TM despertó en medio de la operación con los instrumentos de metal aún dentro de sí. Ya no podría volver a concebir.
He leído los valerosos testimonios de muchas mujeres que decidieron abortar luego de ser violadas y estoy conmovido. Pero más que por el coraje que supone hacer públicas tales heridas (la culpa, la impotencia y la vergüenza de la violación y del aborto) en una sociedad tan asquerosamente insolidaria e hipócrita como la nuestra; por la profunda incomprensión y necedad de quienes se asumen dueños de la verdad y de todas las respuestas (la mayoría hombres, por cierto) y que no dudan en insultarlas por las razones más inverosímiles y estúpidas llamándolas "asesinas".
Es inútil esperar empatía en una sociedad capaz de responsabilizar a las mujeres violadas de haberlo sido: "¿Dónde habrás estado?, ¿cómo habrás estado vestida?".
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