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Luis Davelouis: ¿El Rubicón de Keiko? II
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"Les va a dar un ministerio o una embajada", dicen quienes siguen sosteniendo que la decisión de Keiko de no llevar a la reelección al Congreso a Chávez, Aguinaga y Cuculiza es un truco. El entredicho y aparente diferencia de fondo entre Alberto –quien los respalda– y Keiko es una charada, un engaño, una estrategia para dar la apariencia de desfujimorización que algunos necesitan para votar por la hija del preso de Barbadillo.
Después de todo, insisten quienes sostienen esto, si Alberto se deshizo de la madre de sus hijos y Keiko lo permitió y hasta se convirtió en primera dama en su lugar, ¿por qué no traicionaría ese par a sus seguidores para asegurarse la presidencia y el indulto si, además, a ellos no les deben nada?
No vamos a jugar la carta de la institucionalidad y el acato de las decisiones de Fuerza Popular para explicar que, de todos los excluidos, al menos Cuculiza y Aguinaga se quedan a apoyar a Keiko. Pero empecemos por descartar algunas cosas. ¿Un ministerio? Un ministro es nada más y nada menos que un fusible: imprescindible en la función, pero descartable, intercambiable, puenteable y extremadamente dado a quemarse. Cambiar una curul por un ministerio es un mal negocio a menos que uno vaya a armar un negocio luego. Felizmente eso no pasa. ¿Una embajada? ¿Se acuerdan de la Mocha? ¿De Popy Olivera? Si no eres alguien como Allan Wagner, irse de embajador equivale a desaparecer de la agenda pública, es a la política lo que Fujimori es hoy a su partido: un desterrado de lujo al que todos tratan muy bien, pero al que nadie le hace caso. Ni sus hijos.
El gesto político de Keiko es innegable. Al menos para la tribuna, está matando al padre y este, contra todo pronóstico, se está dejando matar.
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