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Luis Davelouis: Procesión al infierno

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Anteayer, una amiga que llegaba al hospital Loayza para donar sangre para un adulto mayor se encontró con el local cerrado y con este comunicado: "Se hace conocimiento al público en general que no habrá atención el día 28 de octubre con motivo del ingreso de la sagrada imagen del Señor de los Milagros. Asimismo, la atención en el servicio de emergencia será normal".

Estoy seguro de que habrá más de uno que piensa que esto es perfectamente aceptable: "hay que respetar las creencias de la mayoría", "es solo un día y emergencia sí funciona", "al menos están avisando porque va a haber un montón de gente".

Uno puede creer lo que le dé la gana en su casa y seguir el ritual que más le acomode (encerrarse con el perro en el baño a persignarse parado de cabeza, o subirse al techo para alabar a su personaje imaginario preferido bailando calato); pero ninguna superstición, de pocos o de muchos, debe interferir con el derecho a la salud de los demás.

Me parece increíble que en pleno siglo XXI haya grutas y altares con imágenes de santos y vírgenes en los hospitales del Estado. Primero: la fe no cura nada de nada. Y si alguno está seguro de que así es, ¿qué hace en un hospital? ¿No debería estar rezando en alguna iglesia?

Además, eso de apuntalar la ciencia con la fe, en el extremo, puede servir como coartada para un servicio médico mal realizado: "hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance pero los caminos del Señor son misteriosos". Imagínese estarse en la sala de operaciones y, justo antes de caer noqueado, ver al anestesista persignarse y mandarle un besito volado al cielo: "Ahí te mando otro, diosito", ¡Carajo, qué miedo!

Estado laico ¡YA!