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Luis Davelouis: Prensa y error

“Nadie quiere pedir disculpas. Esto, como hemos dicho, tiene en la raíz ese miedo patológico al error que nos inculcan y con el que crecemos en casa, en el colegio y en la universidad”.

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Pocas cosas generan tanto rechazo como alguien incapaz de reconocer que la ha regado completamente. Lo vemos todos los días en todos los ámbitos de nuestra vida porque, aunque el error nos es inherente e inevitable, hemos sido programados para creer que lo peor que le puede pasar a uno es equivocarse.

Pero reconocer los errores –además de honesto, correcto y justo– puede tener grandes ventajas. En el 2001 –cuando, con la ayuda del Congreso y el Poder Judicial de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, logró la prescripción de sus delitos–, el ex presidente Alan García, responsable del 'Aprocalipsis', pidió perdón a la población por la debacle económica de su primer gobierno, rogó por otra oportunidad… y casi gana. Ya en el 2006, García repitió el plato y apoyándose en el fantasma del chavismo rampante, volvió a pedirle perdón al pueblo peruano por el desastre de su primera gestión y, rogando por una nueva oportunidad en la que el Estado no se convertiría en el botín de su partido, ganó.

Nadie quiere pedir disculpas. Esto, como hemos dicho, tiene en la raíz ese miedo patológico al error que nos inculcan y con el que crecemos en casa, en el colegio y en la universidad. Pero también se debe a que asumir la comisión de un error equivale a convertirse en punching bag. Ese que se equivocó y lo reconoció es agredido públicamente de toda forma imaginable. Algunos pocos son capaces de aguantarlo y superarlo. La mayoría, no.

En ese sentido, los medios de comunicación son tremendamente proclives a equivocarse porque procesan inmensas cantidades de información que no es de dominio público y cuya veracidad suele ser muy difícil de comprobar. ¿Qué les toca en ese sentido?

Mañana volvemos con más.