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Luis Davelouis: Pensamiento único (II)

“Muchos hemos sido mi abuela, descalificando al ‘otro’ sin conocerlo y, a partir de pocos elementos inventamos una caricatura y la convertimos en el reflejo completo de algo o alguien”.

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Mi abuelita le tenía miedo a su vecino, un viejito que cada miércoles se juntaba con "otra gente rara". El vecino era un "gnóstico" y aunque mi abuela no hubiera sabido ni cómo pronunciarlo de haberlo visto escrito, aseguraba que esas eran "cosas del demonio". Por eso, lo miraba con inquina, hablaba mal de él ("serrano satánico") y lo maltrataba. Y si uno no estaba de acuerdo, seguro era porque tenía "al demonio dentro".

Sus prejuicios estaban anclados en su ignorancia y esta protegida y legitimada por su fe. Una fe que se lleva mal con el conocimiento y el sentido común porque estos hacen preguntas incómodas y señalan inconsistencias obvias, y por eso esa fe dedicó buena parte de sus 2 mil años a perseguir, demonizar –y, cuando pudo, a matar– a todo no-alineado, opositor o neutral. Para mi abuela, ella y lo que ella creía eran "lo bueno" y todo lo que no encajara era "lo malo".

Cito a Wasserman de nuevo: "(…) me asustan las personas demasiado buenas. Asustan quienes están tan convencidos de una verdad que no conciben que pueda ser discutida. (…) Esas personas demasiado buenas están en la derecha, en la izquierda y en el verde (…) están generando una intolerancia con altos costos para los individuos y que mantiene a la sociedad en un estado permanente de crispación y parálisis". Podría haberlo escrito para el Perú hoy, donde nadie está dispuesto a tolerar ninguna idea que no se parezca a las suyas.

Muchos hemos sido mi abuela, descalificando al "otro" sin conocerlo y, a partir de pocos elementos inventamos una caricatura y la convertimos en el reflejo completo de algo o alguien. ¿Se confirmará el prejuicio? Sí, algunas veces, pero me atrevo a decir que no serán la mayoría.