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Luis Davelouis: No a la paz

“La realidad de nuestro país no se parece a la de Colombia. SL no tiene nada que ver con las FARC ni las dinámicas de la relación entre Estado y ciudadanía del Perú se parecen tanto a las colombianas”.

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Ayer, el 37% de los colombianos habilitados para votar le dijeron no al acuerdo de paz que el Gobierno de ese país firmó la semana pasada con las FARC. La paradoja es que el "sí" ganó en algunas de las regiones más golpeadas por el conflicto armado que ha durado más de 50 años y ha cobrado más de 210 mil vidas y cientos de miles de millones de dólares en pérdidas (con las vidas debería bastar para horrorizarse y sentir empatía, pero hay quienes tienen la humanidad en el bolsillo y hay que escribir para todos). A priori, alguno podría inferir que quienes votaron "no" lo hicieron desde la comodidad y libertad que supone no tener a las patrullas armadas de los terroristas pasando a diario por la puerta de sus casas.

Ortega y Gasset decía que "la opinión de todo un pueblo o de grandes grupos sociales es un poder elemental, irreflexivo e irresponsable, que además ofrece, indefenso, su inercia al influjo de todas las intrigas". Pero al mismo tiempo y en el mismo texto opinaba con respecto a la opinión que un país tiene sobre otro: "El pueblo A piensa y opina desde el fondo de sus propias experiencias vitales, que son distintas de las del pueblo B. ¿Puede llevar esto a otra cosa que al juego de los despropósitos?".

La realidad de nuestro país no se parece a la de Colombia. Sendero Luminoso no tiene nada que ver con las FARC ni las dinámicas de la relación entre el Estado y la ciudadanía del Perú se parecen tanto a las colombianas.

Lo cierto es que si la guerra continúa, esta se seguirá llevando, principalmente, la vida de los más pobres y quitándoles sus tierras y sus esperanzas. Y Colombia seguirá gastando millones de dólares al día para combatir a los secuestradores que solo se llevan a los hijos de quienes no pueden pagar cupos.